Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


martes, 16 de octubre de 2012

Capitulo 42



Final.
Regresamos a Hamilton Heights en silencio. No sabíamos a donde podíamos ir. Recogimos a Clarise en el motel y volvimos a la carretera. Iríamos a Duane, a la finca en la que estaba Pam. Era el único lugar seguro.
Recuerdo su rostro cuando vio a André herido. A aquella mujer le habían quitado todo y aun así había aceptado ayudarnos. Tenía un corazón de oro y no merecía lo que le estaba sucediendo. Sin embargo, la vida es injusta y nunca se sabe lo que te tiene deparado el destino.
Ella intento curar la herida con un botiquín de primeros auxilios, al menos hasta que llegáramos a Duane y lo operaran de urgencia, pero André no resistió tanto. Falleció a medio camino.
Nos detuvimos en medio de la carretera, en medio de la nada. Hacía mucho frio fuera, pero nos pareció correcto despedirlo de alguna manera especial.
Entontáramos un nogal a unos pocos metros. Aprovechamos que ningún coche pasaba por allí y le hicimos un funeral improvisado.
Charlie estaba un poco mejor, Clarise había desinfectado sus heridas y le había dado de comer unas frutas en el camino. Ahora, al menos, podía permanecer de pie. En cambio, Maggie, Eric y yo, seguíamos perdiendo sangre, aunque habíamos ajustados nuestras heridas con telas bien apretadas.
-      Él era como un padre para mí-. Dijo Maggie, llorando desconsoladamente.
Lo correcto fue abrazarla, por eso lo hice. Pasé mis brazos alrededor de su torso y dejé que ella llorara en mi hombro. Maggie era lo más parecido a una amiga que jamás había tenido.
Terry también lloro sobre la tumba improvisada que habíamos decorado con una margarita que habíamos encontrado por allí.
André se merecía muchísimo más que eso, pero nosotros no podíamos dárselo. Éramos fugitivos de la ley, habíamos asesinado a una persona. Todas las personas que estaban allí conmigo eran buenas personas que habían pasado por cosas espantosas, inimaginables. Nadie merecía ese final, nadie.
Clarise, aquella mujer que siempre había sido mi vecina del piso de arriba, la anciana entrometida del edificio, en realidad era lo más parecido a una madre que jamás había tenido. André había sido lo más parecido a un padre. Ellos eran mi familia y ahora, tendría que dejarlos ir. Todos tendríamos que aprender a vivir y soportar cada día a nuestra manera. Todo era tan injusto, tan irreal.
No podíamos seguir allí, comenzaba a oscurecer y teníamos que quitarnos las balas del cuerpo y… destruir la fuente.
Continuamos rumbo a Duane con mucha dificultad. Ninguno quería irse, ninguno quería dejar a André.
Maggie no dejó de llorar en todo el viaje, pero cuando ingresamos en el camino que conducía a la finca, las lágrimas cesaron un poco. Ella comenzaba a sentirse como en casa.
Estacionamos la camioneta y Clarise y Terry me  ingresaron en la casa sobre una camilla. Ahora yo era la más deteriorada.
Maggie y Eric se encargaron de Charlie.

Cuando me desperté al día siguiente, tenía una enorme venda en mi pierna y en el brazo. Todo el cuerpo me dolía y la cabeza se me partía en dos. Me habían dado unas drogas para dormir mientras ellos me operaban.
Se oía la lluvia cayendo sobre el tejado de la casa. Y en una esquina del cuarto había sabanas llenas de sangre. Me habían quitado la bala de la pierna.
Eric entró en mi cuarto y se recostó a mi lado. La habitación estaba oscura y no podía verlo, pero si lo sentía. Oia su respiración y podía sentir sus caricias en mis manos. Estaba recostada sobre su brazo, con mi cabeza apoyada en su hombro.
-      Te extrañaré-. Le dije en la oscuridad con un suave susurro.
-      Lo sé-. respondió y pude oír como sonreía de alguna forma-. también lo hare.
Eric se había convertido en alguien muy especial en mi vida. Podría decirse que, ahora, él era mi mejor amigo. él me había comprendido en un modo que nadie lo había hecho. Me había dado lo necesario para darme cuenta de muchas cosas. Todo era tan extraño.
-      ¿Tienes miedo?
-      No mucho-. Se secó una lagrima en su rostro, era extraño sentirlo emocionarse-. ¿y tú?
-      Si.
-      ¿A que le temes?
-      ¿A la soledad?-. también sequé una lágrima que caía por mi mejilla-. Porque, tu ya no estarás y Maggie seguirá su camino y yo estaré sola.
-      Eso no es cierto April-. Se enderezo en la cama y pude ver el reflejo de sus ojos en un destello de la ventana-. Ahora escúchame, cualquiera seria un completo idiota si se alejara alguna vez de ti ¿De acuerdo? Eres maravillosa.
Sonreí. Era lindo escucharlo decir eso luego de sentir que él se iba porque no quería estar conmigo. Era una de esas dudas que no me dejaban dormir.
Volví a esconder mi rostro contra su pecho, me sentía un poco mejor.
-      ¿Te arrepientes de algo?-. susurré con la voz entre cortada por la emoción.
-      Solo una cosa.
-      ¿Qué?
-      No haberte conocido antes.
Sonreí y él me beso una última vez. Lento y suave, saboreando cada vez que apretábamos nuestros labios. Haciendo que sintiera un cosquilleo interno que no podía evitar, dejándome deseando aun más. Pero ahora no era un beso correspondido y él lo sabía.
-      Lo siento-. Dije, no quería hacerlo sentir mal.
-      Descuida.
-      ¿Me odias por no amarte?
-      No, no te odio-. Pasé mi mano por su cabello-.  Siempre lo supe.
-      Entones, ¿Por qué insististe en enamorarte de mí?
-      No lo sé, simplemente paso.
-      Lamentó haberte hecho sentir mal.
-      No lo has hecho-. Levanté la vista y me encontré con él una vez más-. Sinceramente, no podría haber pasado de una mejor manera.
Entonces no conversamos más. Esa fue nuestra despedida, nuestra forma de decirnos adiós. Sabiendo que, no importara como, algún día volveríamos a estar juntos. Él beso mi frente de ese modo tan paternal con el que siempre me trataba y me dijo que alguien me esperaba fuera.
Baje las escaleras con dificultad. No tenía muletas para ayudarme.
Observé por la ventana de la cocina hacia fuera. En la galería de la entrada estaba Charlie.
Nos miramos y ambos dejamos salir enormes sonrisas, felices de poder volver a estar juntos. Luego, ninguno de los dos pudo evitarlo. Los dos nos emocionamos y nos abrazamos. Lo sujete como nunca había sujetado a nadie. Charlie estaba allí conmigo, ahora si me sentía segura. Pasé mis manos por sus risos, quería asegurarme que aquello era verdad, que Charlie estaba allí. Quería que él supiera cuanto me importaba. Yo no podía vivir un día mas sin él, lo necesitaba tanto como al aire. Él acariciaba mi pelo suelto, la lluvia caía de fondo y yo comenzaba a sentirme remotamente feliz. Pasé mi mano por su mejilla y sentí un corte en ella, tenía cortes por todos lados. En la frente, en la mejilla, en las manos, en el cuello. También tenía barba, lo cual me pareció inusual. Él había cambiado, estaba maduro. Yo también era distinta, pero ambos nos sentíamos exactamente iguales uno respecto al otro. Entre nosotros nada cambiaria excepto una cosa: ahora yo sabía que lo amaba.
Nos besamos. Fue nuestro primer beso en tantos años de amistad. Jamás me había preguntado como besaría Charlie, pero ahora que lo estaba haciendo, me lamentaba por no haberlo pensado nunca. Él era sensible, tranquilo, se tomaba su tiempo. Ambos habíamos esperado tanto por aquello, tanto tiempo nos había llevado el hecho que yo despertara de mi sueño profundo. No podía creerlo, en medio de tanta oscuridad, yo lo amaba.
Dejé que él me guiara en el beso. Simplemente quería asegurarme que no estaba soñando. Me encargue de sujetarlo fuete y el mordió mi labio inferior. Entonces ambos sonreímos, ninguno de los dos creía que eso estuviese sucediendo.
Au aroma, su sabor, su sonrisa, sus ojos, aquella incipiente barba, todo… absolutamente todo estaba impregnado en mi alma. Pero no era reciente, él siempre había estado impregnado en mi alma. Jamás se había ido.
Entonces, por primera vez lo dije:
-      Te amo.
Y él, sin ningún temor en su voz adulta, respondió:
-      También yo April.

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