Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


jueves, 13 de septiembre de 2012

Capitulo 11


Yo sabía, algo sucede.
En el recreo, Charlie quedó con Maggie y unos amigos de ella en uno de los corredores. Era extraño verlo juntándose con esa gente, pero sabía que no duraría mucho, tarde o temprano el se cansaría de tantas frivolidades.
En su lugar, me escabullí en la oficina de archivos. Necesitaba comenzar a buscar a Terry en algún lugar y, el más sencillo, claro y obvio, me parecía el instituto. Puesto que en esos veinte minutos que teníamos para relajarnos, los alumnos se comportaban como verdaderos animales salvajes, nadie estaría en la dirección de Bulldog.
Ya que Pam no me había brindado información y Julianna no sabía nada al respecto acerca del hombre que le había roto el corazón a su hija y abandonado a su nieta, yo no sabía a dónde acudir. Tal vez podía figurar en algún registro nacional o algo así, pero claramente, no sabía cómo averiguarlo. Simplemente, mi única idea, era revisar allí.
Aproveché que Bulldog estaba en uno de los corredores, inspeccionando casilleros de maleantes, y crucé el umbral que dividía la dirección (o mejor dicho, la zona de dirección) con el resto del área al cual nosotros estábamos asignados durante los períodos libres.
Era extraño cuan limpio estaba aquel sector a comparación del antro de suciedad donde nosotros debíamos estudiar. Un perfecto ejemplo de la monarquía que se ejercía en la escuela, una especie de “yo mando aquí y tengo lo mejor, tu estudias y vives en la mugre”. Siempre había creído que la vida era injusta, al igual que la sociedad, algunos tenían mucho y otros, bueno… otros vivíamos en Hamilton Heights.
Me aseguré que nadie me viera e intenté abrir la oficina del director. No estaba segura si allí se tendrían los archivos de los alumnos o los papeles que aseguraban cuantas veces había entrado o salido de prisión los estudiantes. Por suerte, yo no tenía ninguno de ellos, a comparación del resto, me consideraba una especie de “buena ciudadana”, obviamente, había tenido mis batallas peleadas en tantos años de asistir al mismo distrito escolar.
Gire la perilla de la puerta, pero rápidamente descubrí que estaba cerrada. Maldita seguridad.
¿Cómo podía haber sido tan tonta? Era claro que Bulldog no se arriesgaría a dejar su oficina abierta para que cualquier alumno con sed de venganza entrara e hiciera quién sabe qué cosa.
Suspiré, reproché e incluso, estuve a punto de hacer una rabieta. Pero, dadas las circunstancias, no me convenía… no era momento para comportarse como mocosa caprichosa.
Simplemente me digne a no dejar rastro de mi paso por aquel lugar y regresar a “mi vida normal”. Volvería a intentarlo durante mis horas de castigo, cuando Bulldog estuviera seguro que nadie quedaba en la escuela (salvo nosotros, la escoria del mundo), y sería entonces, cuando podría tener completo acceso a algunos de mis archivos, tal vez había algo que me diera una pista sobre mis respectivos tutores legales.
Al sonar la campana, me dirigí al curso de López, era hora de entretenerse con los entretenidos números (tan solo pensar en ellos arruinaba mi imaginación, por favor, ¿entretenerse? ¿Entretenidos? ¿De verdad?).
Ingresé en el curso y lo primero que vi fue al chico de la nariz rota, al parecer había comenzado con los estudios una vez más. Llevaba una venda blanca en lo que se suponía, era su tabique y, debo agregar, me miraba con unos ojos que me daban un poco de escalofríos.
Intenté desviar la vista, pero no supe si quería seguir mirando al de la nariz o a Maggie, sentada justo al lado de Charlie, con sus dedos entrelazados en los de él. Hablando si parar, sonriendo, tocando sus rizos dorados. Puaj.
Volví a desviar la mirada, había millones de lugares a los que podía ver, pero ninguno me parecía correcto. Como si solo tuviese dos opciones, el de la nariz o Charlie. Comenzaba a convencerme que la clase de matemáticas realmente me arruinaba la imaginación.
Entonces, entró Eric. Hacía tiempo que no lo veía, sobre todo luego de sus amenazas. Me mira, justo en un momento en el que pasa a mi lado. Yo sonrío, aunque no estoy segura del porqué, tal vez quiero demostrarle que no le tengo miedo. Deja de sonreír, mira a otro lado y se sienta en el pupitre de la fila a mi derecha.
López entró justo detrás de él, es como si estuviesen juntos todo el día, lo cual es irónico porque nadie, jamás, querría pasar más de tres minutos con ese hombre. Imaginen mi desesperación al soportar una hora de instituto, que iba acompañada con el combo de matemáticas, las amenazas de Eric y, como si fuese poco, con Charlie besando al mismísimo diablo.
Aunque todos parecían prestar atención a los polinomios, nadie lo hacía realmente y yo no era la excepción. La verdad era que el asunto de la búsqueda de Terry me tenía preocupada, como nerviosa y/o alterada. Me daba miedo descubrir algo que desearía, no fuera verdad. Sin embargo, seguiría, después de todo, no podía ser mucho peor que mi vida. Al menos me daría un toque de “pimienta”.
Y, para dejar de pensar en eso, pasaba al asunto numero dos: Charlie, Maggie y Eric, metido en el medio. Algo me decía, tal vez el sexto sentido de las mujeres o quién sabe qué cosa, que ellos dos querían algo… buscaban algo. La única explicación que se me podía ocurrir era esa, tal vez estaba ocultando algo y yo estaba completamente segura que Eric sabía exactamente los planes de su amiga.
Al finalizar las clases, mis ganas de salir corriendo incrementaban a cada segundo. Había estado toda la clase observando de reojo a Eric, como siempre, no había apartado su vista de aquel grupo de fotocopias que siempre llevaba consigo. Aquellos textos comenzaban a inquietarme…

El resto del día fue devastador, mi cabeza daba vueltas de tantas ideas que se me ocurrían en forma conjunta y, para empeorar todo, sentía que mis únicas dos opciones para conversar eran Eric (siempre que hablábamos terminábamos peleando de algún modo) y Charlie, el cual estaba con Maggie y definitivamente no pensaba acercarme.
Antes de dirigirme a mi clase de castigo, fui hasta mi casillero. Nuevamente, tenía que hacer el cambio de libros y cosas que creía, jamás iba a usar.
-      ¿te llevo a casa?-. Charlie apareció detrás de mí, sin Maggie, un alivio me recorrió el cuerpo.
-      Tengo la clase de castigo-. Respondí, haciendo una mueca, ambos reímos-. Veo que no estás con ella.
Charlie miró hacia atrás al verme señalando con la vista a Maggie, que se encontraba unos metros detrás de nosotros, conversando con Eric. Ninguno de los dos se veía feliz y, la sonrisa que Charlie mantenía en su rostro, se borro en un instante.
-      Hemos discutido-. No parecía molestarle demasiado, al fin comenzaba a cansarse de esa arpía-. Sin comentarios.
-      Sabes que no pienso quedarme con la boca cerrada-. De un portazo, mi casillero quedo bloqueado y yo apoye mi brazo izquierdo en él, mirando a Charlie firmemente-. Te lo digo nuevamente, algo esconde.
-      April, basta ya.
-      Vamos Charlie, te ruego que me creas-. Imploré, éramos amigos desde hacía mucho tiempo, me conocía mejor que nadie, tenía que creerme-. Y ese amigo suyo, Eric, no me agrada para nada, el otro día cuando me amenazó…
-      ¿Qué hizo qué?-. supe que había metido la pata, era tarde para echarme atrás-. April, dime que te ha hecho.
-      Nada importante, en teoría no ha sido una amenaza-. Intenté retractarme, pero había una persona a la que no podía mentirle y estaba justo frente a mí-. Olvídalo ¿Sí? No vale la pena, el tipo es un raro y su amiga no se queda atrás.
-      De acuerdo, me convenciste para ayudarte a encontrar a tu padre y lo hare-. Me tomó de los hombros, mirándome fijamente, me convenía que sus palabras me quedaran grabadas en la mente-. Ahora soy yo quien te pide que la respetes, es mi novia y no me gusta verte hablando así de ella, me importas y no quiero tener que mantenerte fuera de algo que me hace feliz.
-      Por la cantidad de discusiones que tienen, no pareces muy feliz-. Interrumpí, pero aunque quería continuar, no lo hice por Charlie y su mirada acusadora-. De acuerdo, pero te aclaro que ni bien tenga pruebas, serás el primero en saber.
-      Me parece justo-. Acotó.
Tras él apareció Maggie, con su cabello pelirrojo, su piel blanca como la nieve y sus ojos verdes, imposibles de resistir. Me daba asco y no me gustaba verla junto a Charlie, pero lo había prometido y la promesas entre nosotros eran muy importantes para ambos, puesto que él era el único que nunca me había fallado. Sonreí ante su presencia (de acuerdo, no soy buena actriz).
-      Siento lo de hace rato-. Dijo ella, tomando su mano y dándole un beso en la mejilla, como si así solucionara todo-. En verdad, quiero olvidarlo.
No quería saber el motivo de su pelea y supongo que no pensaban decírmelo, pero por primera vez en mi vida, vi a Charlie con las barreras de precaución tan bajas. Maggie lo tenía justo en sus garras y eso era lo que más furia me daba.
-      De acuerdo-. El tomó su mano de una manera fría, al menos no se habían puesto acaramelados frente a mí.
Sin embargo, a pesar de todo, algo en mi me daba mas y mas ganas de saltar sobre ella y obligarla a hablar, mientras le arrancaba los pelos. Me sentía una completa incomprendida porque, incluso creo, que si alguien hubiese leído mente, hubiese quedado traumado de por vida. Aun no entendía porque la odiaba tanto.
-      Bueno, supongo que debo irme-. Era eso, o mi pensamiento, definitivamente me largaría de allí-. Te llamo luego ¿sí?
Charlie asintió y me lanzó un leve adiós. Ni siquiera me molesté en saludarla a ella, no iba a insultarla pero tampoco podía fingir que me caía bien. No sé si habré sido yo o qué, pero no me pareció verlo feliz, como si no quisiera quedarse a solas con Maggie. Supuse que tal vez, ella iba a darle una de esas charlas sentimentales o alguna cosa por el estilo y Charlie no era un chico sensible, en eso nos parecíamos mucho.
Delante de mí iba Eric, con sus auriculares puestos, leyendo sus tan preciadas fotocopias. Apenas volteo para verme. De cualquier manera, no me apetecía hablar con él, demasiado concentrado estaba en mis pensamientos, ocupados por mi plan para infiltrarme en la oficina de bulldog y por Charlie, ¿sería verdad que ya no quería a Maggie?
Entré al aula y me senté en mi pupitre, luego tuve que deja lugar para Eric, a quien había dejado atrás hacia unos segundos. Hoy había algunos otros chicos en el salón, la mayoría hombres, me sentía una completa extraña puesto que mi compañera de literatura ya había cumplido su castigo. Obviamente, López me tenía mucha rabia, debía ser la única persona a la que castigaban tanto tiempo por golpear el rostro de alguien que se lo merecía.
López entro al final de todos nosotros y, durante veinte minutos, me debatí a mi misma pensando en distintas maneras de salir, al final, ya no sabía cuál de todas elegir.
-      Profesor-. Levanté la mano, en medio del silencio, en un acto reflejo que no llegué a frenar-. ¿puedo ir al baño?
Por alguna razón, casi muero de vergüenza al pronunciar aquella pregunta. Sentía que todo el mundo me miraba, pero luego comprendí que cada una de las personas en aquel salón, estaban sumergidas en su propio mundo. Salvo una, Eric levantó la vista de las fotocopias al oírme hablar. Lo único que faltaba era que me controlara y/o espiara.
López aceptó, con un simple movimiento de cabeza, lego me advirtió que no tardara demasiado y comprendí que tendría poco tiempo.
Salí, caminando rápidamente por el corredor. Estaba nerviosa o alterada, no sé qué palabra me definía mejor. En mi mente me repetía que me daba miedo encontrarme con Bulldog, pero en el fondo de mi mente, bien y muy en el fondo, sabía que lo que realmente me asustaba eran las palabras que habría en mi archivo.
Yo sabía que para anotarme en el instituto, Pam había necesitado la firma de Terry, incluso se necesitaba para poder entrar en la escuela primaria. Entonces, algo que indicara el paradero tenía que haber, aunque lo extraño era que, si realmente era fugitivo, los que lo buscaban tenían que haber investigado en mis archivos.
El umbral que llevaba a la dirección estaba justo a mi izquierda, solo tenía que asegurarme que Bulldog saliera de esa oficina. Entonces, la idea maestra vino a mi mente, si me salía bien, estaría fuera unos minutos buscando al culpable; si fallaba, simplemente me catalogaría como una completa lunática.
Corrí hasta el corredor de  casilleros, hacia mi derecha, entonces comencé a golpear las puertas de metal con completa locura. El ruido que emanaban era tan fuerte que si se estaba en la dirección, se sentía fuertemente y, si estabas en la zona de castigos, no escuchabas nada. Perfectamente perfecto para un plan de infiltración.
Me escondí en un armario de limpieza antes que Bulldog lograra salir de su oficina. Y cuando oí sus pasos detrás de mi puerta, volví a salir corriendo rumbo a los cajones que guardaban los archivos.
Contenta del éxito de mi plan, entré en las cuatro paredes pintadas de un verde oliva espantoso, llenas de manchas y un poco de humedad en el techo blanco.
Inmediatamente, observé todo para ver que papeles eran los que tenía que buscar. Encontré algunos cajones que llevaban un pequeño cartel blanco con algunos números en él. Leí uno por uno y descubrí que cada número significaba un año distinto del instituto. Pasé por los primeros dos, luego continúe y, al final, di con el número que correspondía a mi año escolar: tercero de preparatoria.
Al abrirlo, me encontré con unos setenta archivos. Por suerte, para mí, mi nombre y mi apellido empezaban con a, por lo tanto estaría entre los primero. Uno por uno, fui inspeccionándolos. Luego de unos dos minutos, encontré el que buscaba. April Austin, sin nombres compuestos o dobles apellidos. Simplemente yo.
De acuerdo, respiré y comencé a pasar mis ojos por cada una de aquellas viejas letras, parecía que hacía rato no se revisaban.
April Austin, hospital público nacional” entones allí había nacido, continué leyendo, ya no sabía si lo hacía para saber algo sobre Terry o, simplemente, para tratar de entender porque era como era.
Firma de la madre (alcancé a ver un garabato ilegible) aclaración: Pamela Chase”. Bueno, eso era algo bueno, al menos se había interesado en mi educación, a menos que Julianna haya tenido que obligarla. Luego, encontré lo que yo quería o esperaba encontrar.
“firma del padre (otro garabato ilegible que no me importo, bueno, no tanto) aclaración: Terry Austin.
Entonces él también había firmado. Entonces, intenté memorizar su firma en caso de verla en otro momento. Luego, con mucho miedo, intenté ubicar una fecha de firma o algo, pero no tenia fechas, puesto que algunas cosas en el archivo habían sido en diferentes momentos de distintos años.
Pero, de pronto, encontré una pista que, tal vez, algo que realmente me importaría. Allí, en la hoja, se describían algunos de mis datos personales. Tipo de sangre (cero negativo, perfecto para todo el mundo), estatura, alergias (por suerte ninguna) y cosas que siempre me habían sido inútiles en mis años de instituto, hasta que al fin, descubrí lo que necesitaba; “edad de la alumna: seis años”.
Terry se había ido el día que cumplí cinco, entonces de alguna manera, se las habían ingeniado para que él firmara los papeles que se requerían como padre. Oí un ruido, en unos corredores cercanos y temí que Bulldog apareciera justo allí.
Metí el archivo nuevamente en su lugar, mas bien, en el cajón, puesto que la desesperación del momento me había hecho guardarlo en el lugar equivocado del abecedario. Cuando lo tomé nuevamente para acomodarlo, encontré uno que me llamó mucho la atención. Maggie Taylor estaba justo frente a mí.
Por curiosidad, o simple casualidad, lo tomé entre mis manos. Tal vez había algún tipo de alergia o algo, quería verlo al menos para saber que nada sucedía con ella.
Estaba a punto de abrir la capeta de cartulina que guardaba los papeles, cuando un ruido, más bien el ruido de una silla cayéndose, me sobresaltó de mis profundos pensamientos. Giré, bruscamente, creyendo que Bulldog me había descubierto y que ese era el comienzo de quien sabe cuántos días más de castigos. Sin embargo, en su lugar, encontré a Eric, intentando colocar la silla nuevamente en su lugar. Amagué para exigirle una explicación, puesto que yo ya tenía una bien preparada. Pero él, levanto su dedo índice y realizo una señal de silencio. Lentamente caminó hasta donde yo me encontraba y tomó mi brazo, sujetándolo fuertemente y tirando de él.
-      ¿Qué haces?-. recriminé, enojada; no sabía por qué demonios estaba en el mismo lugar que yo.
-      Te salvo el pellejo April-. Respondió, como si fuese la respuesta más obvia del mundo-. De nada, no sé si conoces las palabras.
-      Seguramente, mucho más que tu.
Apenas me miró, estaba ocupado con sus ojos en la puerta. Luego me señalo el cajón de archivos y entendí que tenía que guardar el de Maggie. Sería la próxima.
-      Ven, Bulldog está a punto de entrar-. Tomé su mano, balanceándome para volver a pararme.
Quería seguir discutiendo sobre él, pero agradecí que llegara a tiempo para sacarme de aquella oficina. Corriendo, intentando no hacer ruido, nos encerramos en el baño privado de Bulldog. ¿Qué haríamos ahora? Obviamente no podíamos salir de allí, el director estaba del otro lado y se escuchaban sus reproches acerca de “vándalo que destruye la escuela, el maldito maleante”. Quería salir de allí, dar la cara y demostrarle que aquella persona era yo. Sin embargo, Eric estaba allí, mirándome fijamente para que no hiciera ninguna locura. Me senté en el piso, esperando que a la hora del cierre me quedara tiempo para recoger todas mis cosas y no quedarme encerrada.
Hacía diez minutos que estábamos allí y, considerando los que yo había desperdiciado espiando los archivos, hacia unos veinte que estaba fuera del salón de castigos. Seguramente López aprovecharía ese momento, no iba a dejar que una oportunidad como esa se le escapara. ¡En que lio estaba metida!
Lo último que me faltaba era estar encerrada, en el lugar más frio del mundo, con Bulldog a punto de entrar en cualquier momento, López esperando el momento de tenerme agarrada del cuello con sus garras y, aun no sabía si empeorando o mejorando, Eric estaba allí, salvándome de un terrible castigo por parte de un pésimo director.

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