Intentando olvidar.
Observe como la camioneta de Charlie se alejaba
sentada en la escalera de entrada. Me había comprado un poco de café en un
retirado bar frente al instituto y lo estaba bebiendo justo en ese momento para
evitar que el frio me calara los huesos.
Oí un golpe en la ventana que estaba junto a la
puerta y, al voltearme, encontré a Eric haciéndome señas para ingresar al
establecimiento, era hora de la clase de castigo.
Volví a entrar en aquel antro de oscuridad,
aburrimiento y tortura, encontrándome una vez más con los chicos de los
auriculares, el contrincante de Charlie, mi compañera de literatura y mi socio
de investigaciones, ósea, Eric.
Me senté en el mismo pupitre que el día
anterior y apoyé los codos sobre la mesa para escuchar las nuevas consignas de
López, sería interesante saber qué locura se le ocurría ahora.
En pocos minutos, a través de la puerta,
apareció la gran panza que sobresalía de su chaleco de lana verde, sobre dos
piernas cortas y algo voluminosas, cubiertas por un pantalón formal gris. López
siempre usaba unos mocasines marrón oscuro y una camisa blanca bajo el chaleco
verde. Y, aunque no lo pareciera, lavaba aquella ropa todas las noches; salvo
que tuviese el ropero lleno de la misma ropa, una para cada día de la semana.
Su cabello negro y canoso estaba peinado a la perfección, con un poco de gel (bueno,
bastante en realidad), parecía algo engominado, como si fuese de plástico. Llevaba
su típico bigote igual de canoso, justo sobre labio superior, aunque, parecía
que estaba a punto de comérselo.
-
Señores-. Nos señalo a Eric y a mí-. Me imagino
que han comenzado a trabajar en algo.
-
Háblelo con ella, yo he hecho mi parte-. Se
defendió el sin que yo pudiera creerlo, decir una cosa así a algún profesor era
considerado alta traición.
-
Perfecto, señorita Austin, será mejor que
busque información en la sala de informática.
Intente reprochar, pero me parecía algo justo,
al menos no me habían agregado días de castigo. Miré a Eric con rabia y el
pareció satisfecho, no entendía como podía ser tan tonto como para haber hecho
una cosa así “sin intenciones previas”.
López me dirigió a la sala de al lado, donde se
mantenían unas pocas computadoras con una mínima señal de internet, para los
alumnos prodigio que se interesaban en aprender sobre informática en los
talleres extracurriculares.
Encendí una de las maquinas y esperé que
cargara. López me dejo una pequeña lista sobre lo que me correspondía buscar
luego de revisar la información que Eric había recolectado.
Tome el papel con una mano y con la otra
comencé a enredarme un mechón de pelo entre los dedos (un habito que se me
hacía cada vez que me concentraba).
Lo primero que tenía que hacer era buscar los
principales puntos de corrupción de Nueva York, conociendo mi ciudad natal,
sería una lista larga. En segundo lugar, debía buscar alguna asociación que se
encargara de capturar a los maleantes o de rehabilitar a los vándalos
drogadictos que se habían descarrilado del “buen camino” (siempre creí que eso
dependía del punto de vista de cada uno, por ejemplo, el mío era muy distinto
al de los señores Power). De acuerdo a mis instintos, sabía que no me
interesaría por la policía publica, eran más corruptos que los ladrones; por lo
tanto, me volcaría por alguna empresa privada, algún tipo de asociación, como
la CIA o los peligrosos agentes del FBI. Desde allí, encontraría el camino
hasta el punto número tres, una actividad que requería dar nombres y
características de personas que fuesen buscadas en ese momento, estaba segura
que López lo usaría para pegar copias en todo el instituto y que nosotros
“recapacitáramos” sobre nuestra conducta de vandalismo.
Cuando el buscador apareció en la pantalla, escribí
lo que necesitaba y luego de revisar unos pocos artículos, comencé a escribir
en un cuadernillo (López no iba a aceptar un trabajo hecho en computadora,
siempre decía que él apreciaba mucho el esfuerzo de puño y letra). Anoté unas
cuantas cosas y pasé a la siguiente consigna. Volví a escribir en el buscador
y, luego de leer un artículo de diario sobre la policía de Nueva York, pasé de
él y seguí leyendo.
El quinto artículo en internet era sobre una
empresa de seguridad nacional poco conocida, yo misma jamás la había escuchado
nombrar, la ACE (Asociación Captura de Evasivas).
Hice clic sobre él y comencé a leer. Parecía
ser bastante buena en su trabajo, según los informes, habían participado de la
captura de maleantes buscados nacionalmente por robos de bancos, mal manejo de
funciones públicas o, también, atentados en contra del pueblo. Nadie nombraba
nada sobre asesinatos o secuestros, pero sospechaba que aquel grupo de
investigadores se encargaban de los delitos más “oficinistas”.
Cuando termine de escribir los datos que me
parecían importantes para mí redacción, cliqueé en un enlace que me llamó la
atención: “prófugos”. Tal vez podría escribir sobre algún ladrón de aquella
lista, alguno que me pareciera interesante encontraría seguro.
Comencé a leer nuevamente y, note que la luz
del monitor me estaba cansando la vista, seguramente no seguiría leyendo por
mucho tiempo más. Con las flechitas de la pantalla, fui bajando la página
lentamente, mientras leía la poca información que brindaban. Pero, de pronto,
mi atención se paró frente a una foto conocida.
Yo había visto aquel cabello, los ojos, la boca
e, incluso, el lugar en el que había sido sacada.
Terry estaba allí. Justo frente a mí, en una
imagen de unos trece años atrás, poco antes de desaparecer.
El perfil que estaba junto a la fotografía,
decía que le habían perdido el rastro unos diez meses antes, que no sabían su
paradero y apenas tenían pistas. Lo describían como un hombre peligroso,
culpable de muchos delitos (la mayoría de los que se presentaba en el resto de
los buscados). Decían que cualquiera que tuviese información debía entregarla,
por cuestiones de alta seguridad.
Aquello era completamente imposible, ese hombre
no podía ser mi padre, él había muerto varios años atrás, cuando yo estaba rondando
los ocho años. Pero no, si aquella persona hubiese sido alguien distinto, yo no
reconocería el lugar donde había sido tomada.
Terry se encontraba en el balcón de nuestro
antiguo departamento, tras él se divisaban, algo borroso, las ventanas del edificio
vecino.
De pronto, se me cruzó por la cabeza algo
espantoso. En el fondo no creía a Pam capaz de algo así, ella no era tan
estúpida como para creer que nunca lo averiguaría. No entendía la idea de ella
mintiéndome en cuando a la muerta de mi propio padre, era imposible que jamás
se le hubiese pasado por la mente el que yo quisiera visitar su tumba alguna
vez, no estaba diciendo que ahora quería hacerlo, pero tal vez en algún otro
momento de mi vida me hubiera interesado saber que le había sucedido al hombre
que me había dado la vida.
Vi como el picaporte de la puerta comenzaba a
girar y alguien la empujaba hacia dentro. Detrás de ella, apareció Eric
preguntando qué era lo que me retrasaba tanto.
Mi corazón era una maquina de bombear y generar
latidos, las lagrimas estaban a punto de salir por aluna extraña razón y los
recuerdos que intentaba borrar desde hacía muchos años, comenzaron a floreces
como margaritas; marchitas, secas y tristes margaritas.
Cerré la ventana de internet abierta, apreté el
botón que apagaba el monitor y, tras tomar rápidamente mis pocas cosas, Salí de
la sala golpeando suavemente el brazo de Eric.
Me gusto mucho el capitulo :D, tienes un premio en mi blog, pasate. Tienes que ponerlo en tu blog ,responder a las preguntas, decir quien te lo ha dado y nominar a algunos blogs (que no sea elmio) :D
ResponderEliminarbueno, muchas gracias! :D aunque no estoy segura de como etiquetar y esas cosas, soy muy nueva jaja!
ResponderEliminar