Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


sábado, 15 de septiembre de 2012

Capitulo 12


¿Fugados?
Eran casi las seis, casi la hora de la cena, no era muy conveniente pero justo ahora se me despertaba el sentido de culpa.
-      ¿sabes cuánto tiempo más estaremos aquí?-. pregunté silenciosamente-. Está haciendo frio.
Digamos que yo no me ponía de esa forma fácilmente, pero mi estado de ánimo hacia que todo me irritara. Primero los nervios por saber qué descubriría sobre Terry, luego lo que terminé descubriendo, mas tarde Charlie y Maggie y ahora esto. Mi ánimo estaba por los suelos.
-      Ten, estas temblando-. Me tendió su sudadera, era negra, deportiva, tenía una capucha y en el interior cambiaba a un tono celeste. Me gustaba.
Hubiese sido lindo negarme, pero realmente tenía frio. Y bueno, él ya había metido la pata de hablar, ahora iba a aceptarla y devolverla en caso que cambiara de opinión, lo cual sería poco caballeroso por parte de un chico, fuese quien fuese.
Pasaron cinco minutos, luego diez y, a los quince, oímos la puerta de la oficina rechinando. Bulldog tenía sus llaves en la mano, estaba a punto de irse y el pánico me estaba invadiendo.
Ambos nos paramos, uno junto al otro, con el oído apoyado en la madera de la puerta. No queríamos perdernos ninguno de sus pasos, así nos asegurábamos que era un terreno seguro para Salir.
-      Taylor y Austin no han vuelto a  clase-. Reprochó una voz entrando en la oficina, era López-. Han salido, pero sus cosas siguen en el salón.
-      Los adolecentes de hoy -. Comentó Bulldog, se notaba que las luces se estaban apagando, éramos los últimos en salir de allí-. Debo admitir que no me imaginaba a aquellos dos como pareja.
¡¿Nosotros dos?! ¿De qué estaba hablando? Apenas podía comunicarme con Eric de una manera bastante decente para el nivel que había en esa escuela, imposible que termináramos siendo pareja. Por favor, que locura.
Miré a Eric, igual de avergonzado que yo. Me preguntaba qué pensarían López y Bulldog si supieran que estábamos allí. En sus ojos pude identificar una especie de duda similar a la mía. Ambos soltamos una pequeña y suave carcajada, es que, realmente era una situación cómica. Entonces, volvimos a apoyar los oídos en la puerta, había que continuar con el plan, incluso cuando no sabíamos que teníamos uno.
-      Bueno, hora de cerrar-. La voz de Bulldog fueron las últimas palabras que oí desde la oficina.
Luego, apenas unos segundos más tarde, se oyó un sonido metálico. El llavero de Bulldog, con una llave de cada puerta del instituto, era un obsesionado de la seguridad y él y solo él eran capaces de cuidar su preciado instituto. Al parecer, solo confiaba en sí mismo.
Las luces se apagaron, incluyendo las nuestras, puesto que no podíamos arriesgarnos a ser descubiertos.
Allí quedamos, uno frente al otro, sentados en el suelo, mirándonos. Tenía que haber un modo de salir de allí, pero Bulldog había cerrado la puerta con llave y, aunque saliéramos del baño, no lograríamos hacerlo de la oficina.
Eric miró hacia arriba y, no entendí como no se nos ocurrió antes, vimos una ventila. Era pequeña, alta y, para empeorarlo, de esas que no se abren. Sin embargo, nuestra única opción era romperla. Comenzaba a hacer frio y no pensaba pasar la noche allí.
-      Ven-. Dijo él, parándose y extendiendo su mano para que ambos saliéramos-. Ayúdame.
-      De acuerdo.
Me paré y nos miramos unos segundos. Aunque él era bastante más alto que yo, no llegaba a romper el vidrio.
-      En tus sueños-. Aclaré, luego de comprender  lo que él pretendía.
-      Vamos April-. Rogó, parecía que disfrutaba mi cara de póker-. Prometo que no hare nada… además, sabes que no puedo ser yo quien se suba en tus hombros.
Esas cosas solo me sucedían a mí. Miré nuevamente a Eric, tenía una mirada picara y estaba segura que lo hacía para ponerme nerviosa. Luego, al volver a revisar mis opciones, descubrí que era la única.
-      De acuerdo-. Me resigné, había comprendido que no tendríamos otra salida, por lo menos hasta la mañana siguiente-. Pones una mano o apenas un dedo fuera de lugar y  estás muerto.
-      ¡Oye!-. se atajó a sí mismo, poniendo las manos libres para que notara que no hacia trampas-. Soy un ángel.
Observé sus ojos, parecían brillantes y llamativos, como los de un pequeño cachorrito indefenso. Sus labios se habían agrandado a propósito, para parecer más y más tierno que antes. Dejé salir una carcajada o mínima risita
-      Vamos, te ayudo-. Tomó mi cintura, ahora sí, con el rostro y el tono de voz serio puesto que le convenía; llegaba a hacer algo poco debido y no llegaría a ver la luz del día.
Me puse de frente a la pared donde se encontraba la ventila y luego subí mis brazos hasta sujetar mis dedos en ella. Eric me ayudó a impulsarme y, de un salto, me ayudó a llegar justo con mi rostro a la misma altura.
-      ¡esto no tiene perilla!-. reproché, con mala gana, haciendo equilibrio aunque Eric hacia bien su trabajo… por ahora.
-      Golpéalo, hay que romperlo-. Dijo, como si aquella acción fuese sencilla de lograr-. Hazlo con todas tus fuerzas.
-      ¿estás bromeando?-. bufé, en tono irónico-. Me cortaré el puño.
Sin embargo, su insistencia logró que le diera un golpe, pero nada sucedió. Volví a hacerlo, con Eric alentándome por lo bajo, pero el vidrio penas se había quebrado. Una mísera y pequeña grieta.
-      April vamos-. Insistió, luego de mi decimo golpe en el vidrio-. Algo de fuerza debes tener, has roto la nariz de alguien.
-      Cállate-. Respondí, ahora sí estaba enojada.
Volví a intentar abrir el vidrio o, mejor dicho, romperlo. Entonces, antes de dar el golpe que lo rompería definitivamente, sentí un pellizco o algo así en mi pierna, en el muslo precisamente. Exclamé un fino chillido, parecido al de una niña pequeña. Me enfurecí, inmediatamente, ahora sí que me había convencido que Eric era un completo idiota.
-      ¡Infeliz!-. le grité y, de la furia que me había salido por no poder golpearlo fuertemente, la fuerza fue dirigida justo a la grieta del vidrio que estalló en miles de pedacitos.
Eric me empujó un poco más y, aunque me molestaba estar en aquella posición, tenía más ganas de salir de allí y desquitarme luego. Me apoyé bien en la pared y de un fuerte impulso, mi torso atravesó el espacio en el que antes había habido vidrio. Así, lentamente, me fui desplazando hasta caer en el suelo.
Había algunos vidrios en él, pero no me importó. Iba a esperar que Eric saliera y allí sí que me vería enojada.
Cuando divisé sus brazos, agarrando el borde de la pared fuertemente, un sonido ensordecedor se escuchó a lo largo de toda la manzana. La alarma se había activado, entonces recordé que cierta vez había oído que se activaba media hora más tarde del cierre, una especie de técnica de seguridad.
Oí a Eric mascullar un leve “¡mierda!” mientras se apuraba a salir de allí, la policía no tardaría en llegar.
Estiré mis brazos, tenía que ayudarle a subir, pero las gotas de la lluvia en mis manos y su antebrazo hacían que nos resbaláramos.
Tiré de él con todas mis fuerzas, mientras intentaba salir por el mismo lugar que yo. Sin embargo, él era mucho más ancho de espaldas que yo, así como un nadador profesional o un deportista empedernido, de esos que se pasan horas en el gimnasio. Definitivamente tenía un cuerpo envidiable para algunos y extremadamente atractivo para otras.
Al final, logró salir de un último tirón y ambos caímos al suelo, pinchándonos con algunos de los vidrios. La alarma seguía sonando y la lluvia cayendo, por suerte, alguien seguramente la oiría tarde o temprano. Lo único bueno de la situación era que el sol no terminaba de esconderse, aun nos quedaban unos rayos de luz para acompañarme a casa.
-      Sabía que algo de fuerza debías tener-. Se burló él, mientras ambos intentábamos amortiguar el dolor de la caída.
-      Eres un idiota-. Refunfuñe, enojada-. ¿Quién te crees que eres?
Enojada, me acerqué a él y le golpeé el brazo, fuertemente. El bufó y se tomó esa parte con la mano; había logrado que le doliera.
-      ¿lo ves? Si que tienes fuerza-. Sonrió, algo adolorido-. Lo hice para que te enfades April, necesitabas sacar la furia hacia fuera, relájate.
-      Idiota-. Mascullé suficientemente fuerte para que me oyera.
-      ¿lo siento?-. quise responder, si alguien iba a tener la última palabra, iba a ser yo.
Pero justo cuando tomé aliento para contestar sus estúpidas palabras, una camioneta gris apareció en la entrada de aquella pequeña calle.
Estábamos al costado del instituto, casi al final, el espacio que los autos tenían para pasar por allí era mínimo pero suficiente para que llegaran rápidamente a donde nos encontrábamos nosotros.
Eric maldijo una cuantas veces y se paró rápidamente; yo, simplemente, me quedé allí, mirándolo unos pocos nanosegundos, puesto que tomó mi brazo y (quisiera yo o no) tiró de él hasta que comencé a correr tomada de su mano por detrás. ¿Qué demonios estaba sucediendo?
-      ¡Eric!-. grité mientras corríamos, el pelo se me estaba empapando y el agua hacia que mis ojos estuviesen más cerrados que de costumbre-. ¿Acaso estás loco? ¡DETENTE!
Pero, él no me hacía caso, corría y corría sin parar, sin soltarme la muñeca.
Llegamos al final de la estrecha callecita y doblamos a la izquierda, justo en una avenida. Nuestro instituto estaba rodeado de dos calles principales (por delante y por detrás) y, de otros dos “callejones” secundarios (en los costados).
En la calle había menos personas de lo normal, puesto que con el frío y la lluvia, todo el mundo intentaba refugiarse, a excepción de nosotros que corríamos por ahí. La camioneta gris dobló en nuestra misma dirección en el preciso momento en que yo giré mi cabeza para mirar atrás.
¿Quiénes eran ellos? Entonces lo comprendí, la policía o seguridad.
Estábamos corriendo tras el paredón que rodeaba el patio trasero del instituto, donde se hacía gimnasia o atletismo, y el sonido de la alarma se escuchaba incluso desde ese lugar. Por supuesto, aquellos que nos seguían, nos habían visto salir en plan sospechoso por la salida que nosotros habíamos encontrado.
Fue ahí, cuando comencé a correr realmente. Tenía que aprovechar mi rapidez en los deportes para escapar, no podíamos dejar que nos alcanzaran.
Tiré de mi muñeca y me solté bruscamente de Eric. Comencé a correr y quedé justo a su lado. La camioneta seguía tras nosotros. Ambos corrimos y corrimos, ya no era una especie de huida, sino que estábamos en una carrera. Saltábamos cajones de verdura o frutas que estaban en pequeños callejones casi oscuros e, incluso, esquivábamos personas.
Había llegado un punto en el que nos reíamos de cada hazaña que lográbamos, yo conocía Hamilton Heights como la palma de mi mano, ahora era quien guiaba mientras Eric corría a mi lado, intentando adivinar cuál sería mi próximo movimiento.
-      ¡aguarda!-. gritaba él, esperaba que le hiciera caso, pero ahora que había ganado mi libertad soltándome de su mano, no volvería a caer.
Ahora corríamos en una carretera, pero la camioneta gris se nos acercaba. Aun así, no encontraba ningún hueco en el que pudiéramos escabullirnos. ¿Realmente la policía era tan insistente frente a unos simples vándalos?
Llegamos a la esquina, más bien, la intersección con otra avenida. Intenté cruzar, pero el semáforo para nosotros estaba en rojo lo cual significaba que con solo un pie en la acera, seríamos víctimas de un atropellamiento. Miré a ambos lados, podíamos seguir corriendo, pero no por mucho tiempo puesto que una de las veredas estaba cortada por la construcción de un nuevo edificio de gobierno. Miré a Eric, a mi lado, él estaba en el mismo dilema. La camioneta estaciono a unos metros de nosotros, no menos de dos, y tres hombres bajaron. Iban vestidos de azul, como si fuesen policías encubiertos.
-      Mierda-. Murmuró él, como si los conociera, de lo cual no tenía dudas.
-      ¿Qué sucede?
Eric me miró y suspiró, no tenía ganas de explicarme todo el concepto por lo visto.
-      Entra allí-. Señaló una pequeña cafetería a nuestra derecha, parecía oscura y sórdida, pero no me negué-. Vamos.
Miré a los policías y escondí mi rostro, no quería que me reconocieran, mucho menos siendo la única mojada en todo el local.
Eric iba tras de mí, con una mano en mi hombro, intentando actuar disimuladamente.
Caminamos hasta el fondo, nos sentamos en una mesa apartada, pequeña y no muy limpia, pero suficientemente escondida.
Ellos, entraron detrás de nosotros. Yo los miraba atentamente, con mis ojos fijos en cada uno de sus pasos.
Nos estaban buscando, como si supieran exactamente quiénes éramos. Entonces, un escalofrío me recorrió la espalda cuando uno de ellos giró la vista hacia donde nos encontrábamos. Tenía miedo, pero no de esos que son realmente agobiantes; más bien, era un miedo de diversión, de esos que te agarraban cuando jugabas al escondite y la persona que debía buscar al resto de los jugadores se acercaba lentamente a uno de los escondites.
Había sido toda una aventura, correr en la lluvia escapando de la policía luego de un momento extraño de adrenalina mientras nos escondíamos en la oficina de Bulldog. Tal vez era una completa locura, tal vez yo estaba demasiado aburrida en mi vida, pero de alguna manera, desde el momento que escapé del curso de López, cuando leí mi archivo, Eric apareciendo detrás de mí para advertirme y el resto de los acontecimientos posteriores, habían sido una manera de escapar de todos aquellos pensamientos, dudas y cuestionamientos que habían atormentado mi mente en los últimos días, incluyendo no solo a mis respectivos progenitores, sino que también estaban involucrados Charlie y Maggie, haciendo un sutil acto de presencia en mi interior.
-      Agáchate-. Dijo Eric mientras él también se escondía junto a mí.
Yo estaba en la silla contra la pared, en una esquina que tenía una pared de concreto del suelo hasta el techo y otra del mismo material hasta la mitad y vidrio en lo que quedaba de ella. Me escondí en la capucha de la sudadera que Eric me había tendido, la cual había dejado de abrigar luego de empaparse con la fría lluvia y él, ocultó su rostro detrás del mío, en paralelo, a la altura de mi hombro.
Ambos mirábamos de reojo a los guardias de seguridad, pero la poca gente que había en aquel bar parecía no haber notado nuestra presencia o la posterior llegada de los policías, todos estaban en su propio mundo.
Uno de los de seguridad pasó de espaldas a nosotros en dirección recta, si llegaba a girar, nos hubiese visto sin duda alguna, pero luego doblo en un pasillo y apareció al otro extremo el fondo del bar, como si fuese un corredor para empleados. Suspiré aliviada, el corazón me latía fuerte, era emocionante. Cansados de buscar, ellos salieron por donde habían entrado y nosotros volvimos a a sentarnos normalmente, uno frente al otro.
Una camarera se nos acercó y yo estuve a punto de decirle que ya nos íbamos puesto que no tenía nada de dinero, pero Eric se me adelantó.
-      ¿quieres comer algo?-. preguntó y antes que pudiera negarme, continuó hablando-. Supongo que sí luego de semejante corrida… yo invito.
La verdad, no me apetecía quedarme allí, estaba mojada, cansada, muriendo de frio y, para el toque final, Eric y yo no éramos los mejores amigos del mundo. Sin embargo, moría de hambre, no comía nada desde el almuerzo, cuando apenas había probado un trozo de sándwich de queso que Charlie había comprado. Además, era el momento perfecto para preguntarle a Eric qué demonios había sucedido o, también, advertirle que si su idea era hacerme desaparecer de la historia de investigación de Terry, bueno pues, había fallado rotundamente porque ya estaba involucrada. No iba a darme muchos rodeos, si la conversación se tornaba preocupante o incomoda, simplemente daría media vuelta y saldría de allí. Digamos que yo no andaba dando vueltas por el punto a tocar especialmente; yo iba de frente, te gustara o no, y Eric no iba a ser la excepción.

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