Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


domingo, 9 de septiembre de 2012

Capitulo 9


NO me importa, seguiré.
A media noche, la recepcionista del gimnasio me pidió que saliera, ya era hora del cierre.
Fui al cambiador, me vestí con mi ropa normal una vez más, me puse mi abrigo y un gorro de lanilla blanco y, al final, salí al frio exterior, mientras una fina llovizna se desplegaba sobre Manhattan.
Comencé a caminar, y en mi teléfono encontré un mensaje de Julianna. Aparentemente, Pam se había aparecido en un estado alegre en casa antes que ella llegara y ahora, estaba en casa, intentando calmarla. Aunque no lo quería, debía apresurarme, no podía dejar a mi abuela lidiando sola con semejante problema/responsabilidad/inconveniente (no sabía cómo se describía mejor).
Acomodé el bolso en mi hombro y apresuré el paso. La calle estaba llena de gente, correr me sería muy complicado (sin mencionar que cuidar a Pam no me daba mucha motivación para hacerlo).
De pronto, en medio de la muchedumbre, sentí que alguien caminaba tras de mí. Bueno, era obvio que alguien lo hacía, mas bien, era muchos “alguien”, puesto que a esa hora, Hamilton Heights tenía mucho transito.
Apresuré el paso una vez más, pero sin quedar demasiado obvia. Tenía un poco de experiencia en cuidarme las espaldas, viviendo en un lugar como aquel, los ojos siempre debían estar bien abiertos.
Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta deportiva negra (que hacia juego con mi pantalón de gimnasia azul) y, simulando tranquilidad, ingresé en una tienda de artículos comestibles que estaba abierto todo el día.
Le pedí a la vendedora unas galletas que no existían, solo para hacer tiempo. La chica comenzó a buscar e, intentando encontrarlas, se fue hasta el fondo de la tienda.
La persona que venía tras e mí, entro en el mismo lugar que yo y, intentando ver el lado positivo (una simple cualidad mía, entre unas pocas), pensé que tal vez, esa persona estaba yendo justo a comprar una cosa que se vendía exclusivamente en aquel pequeño almacén en medio de dos enormes edificios.
La joven vendedora regresó y me dijo que no estaba lo que yo estaba buscando (era obvio, aquellas galletas que yo quería no existían, eran una simple excusa que acababa de ocurrírseme).
Me despedí y regresé a la calle, mientras la llovizna caía un poco más fuerte, pero con igual fineza.
Seguí caminando, creyendo que todo había quedado atrás, pero al mirar disimuladamente, el hombre (supongo que era masculino porque tenía una contextura ancha pero delgada, pantalones de cuero marrones y chaqueta negra, con una gorra de beisbol del mismo color cubriéndole el rostro, impidiendo que yo lo divisara), continuaba siguiendo mi paso, casi pisándome los talones.
Entonces, él se dio cuenta que yo sabía todo; de pronto, fue quien aceleró su paso en un ciento diez por ciento, quedando casi a la par de mí. En un reflejo de desesperación, no lo dudé ni un solo instante y salí disparada, moviendo rápidamente mis pies uno tras otro.
En menos de unos segundos, le había sacado algunos metros de distancia. La multitud me dificultaba y me jugaba a favor al mismo tiempo, podía escabullirme entre ella pero no podía ser tan rápida como esperaba.
El hombre de la gorra de beisbol, seguía tras de mí, pero no tenía mi misma capacidad física, por lo tanto, me sentía en perfectas y optimas condiciones para escapar de algún maleante.
Continué corriendo, y al llegar a unas pocas cuadras antes de mi casa, desde una esquina apareció el hombre de la gorra.
No entendía como rayos me había alcanzado, creía haberlo dejado atrás unas cuantas calles antes; pero ahora, aparentemente, había encontrado unos atajos entre los callejones.
Me tomo fuertemente de la cintura y me metió en un pequeño espacio entre dos edificios. Estaba oscuro y húmedo, el frio parecía ser tres mil veces peor en aquel pequeño sucucho.
Intenté preguntarle que quería, pero él mantenía su mano fuertemente contra mi boca, impidiéndome pronunciar palabra alguna.
-      Tu amiguito Charlie esta en algunos aprietos-. Mencionó, susurrando frente a mí-. Mejor dile que escoja mejor sus amistades.
Me soltó un poco más, pero aún así no podía hablar. Aquel hombre me daba mucho miedo, las piernas y todo el cuerpo me temblaban, sentía que las lágrimas escaparían en cualquier momento.
-      Tampoco estaría mal revisar sus romances, asegúrate de hacérselo llegar-. Volvió a susurrar-. Sé que son algo cercanos.
En la entrada de ese antro de oscuridad, apareció el auto blanco que había visto antes de entrar y descubrir que mi cuarto estaba hecho un desastre. Comenzaba a sospechar que esas mismas personas habían revisado en mi habitación.
Pero, ¿por qué yo? Si ellos querían a Charlie, yo solo podía informarlo; no había razón para revisar mi alcoba.
El hombre de la gorra, me soltó en un solo movimiento y antes que yo pudiese hacer algo, él se subió al coche y desapareció en la cantidad de luces que pasaban por la avenida. Realmente estaba aterrada, me temblaba todo, incluso la voz y, no sabía en qué lio se habría metió Charlie esta vez.
Entonces, de golpe, en mi mente aparecieron sus palabras: “no estaría mal revisar sus romances”.
¿Qué pasaría si, Maggie significaba algún peligro para él? Eso sí que no lo permitiría. Toda mi vida (o la mayor parte de ella) había tenido solo una persona a mi lado, incondicionalmente, frente a todo pronóstico; siempre habíamos sido Charlie y yo contra el mundo. Ahora, si aquella chica significaba el peligro mismo, no dejaría que nada le sucediera. Lo ayudaría, así como él lo había hecho conmigo en el momento que descubrimos que Terry ya no estaba, cuando Pam me golpeó en su primera noche ebria de gravedad o, cuando decidí vivir con Julianna, teniendo que cuidarme la espalda sola. Él siempre había estado allí, transformándose en mi propia espalda, cuidándome.
Subí las escaleras del edificio, intentando calmarme, no podía dejar que me vieran en ese estado. Aunque Julianna estaba acostumbrada a los intentos de asalto y a Pam no le importaría.
Las manos y piernas me temblaban, jamás había estado tan nerviosa en mi vida, puesto que nunca me habían amenazado de una forma tan… directa. Además, Charlie era una de las personas más importantes para mí; bueno, él y yo éramos las únicas personas que me importaban en la vida, simplemente nosotros.
Me preguntaba en qué maldito lio se habría metido ahora, pero era tiempo de regresar a la realidad y tranquilizarme. Si iba a casa así de alterada, jamás lograría soportar pasar la noche con Pam.
Crucé la calle para entrar en mi edificio y comencé a subir las escaleras. “tranquilízate” me repetía a mi misma en voz alta, cualquiera me habría catalogado de loca, pero no me importaba. Sacudía mis manos rápidamente para sacar esa energía que me había producido la adrenalina del momento, pero como se trataba de mí, jamás lograría calmarme en tan poco tiempo. Imagínense, si apenas podía dormir en un día cualquiera, aquella noche sería capaz de saltar por los techos, tirarme de un acantilado, subir y bajar la estatua de la libertad cinco veces y, aun así, la energía no se agotaría. Charlie decía que yo era mil veces mejor que la empresa que proveía luz a todo Nueva York.
Respiré hondo, y aunque esperaba poder entretenerme con alguna charla poco interesante en medio del corredor con la señora Bennett, no la encontré allí. Me pareció algo inusual, puesto que ella era una de las personas más chismosas y extrañas que conocía. Me asomé por la escalera que seguía hasta el quinto piso y, desde el pie de la misma, observé la puerta del departamento de la señora, para ver si desde ella se divisaba un hilo de luz que la dejara en evidencia. Sin embargo, no fue así, las luces estaban apagadas y la única señal de vida en ese apartamento, era el tapete de “bienvenidos”.
“Justo hoy se le ocurre no entrometerse en la vida de las personas ni gruñirle a alguien” pensé, convencida que era el día más extraño del mundo. Luego, recordé que era medianoche, obviamente que la señora Bennett no estaría esperándome para platicar.
Respire profundo, muy profundo y giré la llave del picaporte para poder entrar en mi casa.
La imagen que me encontré, debería haber sido la mía. No tendría que haber sido así, en una familia normal, yo sería la que estaba siendo acariciada por su madre mientras tenía un mal día; no como ahora, que Julianna peinaba a Pam como si nada, mientras ella miraba un punto fijo en la pared a causa de su resaca.
En aquella casa, todo era un mundo paralelo, inverso. La madre se metía en problemas y la hija la salvaba; yo era quien regresaba tarde a casa por culpa de los problemas, la que lidiaba con muchísimas cosas en la cabeza, mientras que mi supuesta “tutora legal/madre” andaba por allí, acostándose con un hombre distinto cada día, disfrutando de una eterna adolescencia descontrolada.
Si, lo he dicho, mi madre era una completa descuidada, irresponsable, una persona a la que mucha gente llama: prostituta. Solo que ella lo hacía por diversión.
Verla a Julianna, armando una trenza con el largo, suave y moldeable cabello de Pam me dio repugnancia. Aquello no debería estar pasando.
Me encerré en mi cuarto, sin contestar la pregunta de Julianna sobre cómo había estado mi día; la verdad apestaba y la mentira me enfermaba, mejor no decía nada.
Dejé la mochila sobre la única silla que había en mi pequeño cuarto y maldije mi vida por completo. Había días (como aquel) en los que detestaba todo; a mí, a la ciudad, a mi familia, a Terry, a Charlie, al instituto, absolutamente a todo lo que formaba el universo. Me preguntaba porque me tenía que suceder a mí cada cosa de esas, pero luego recordaba que si no me pasaban a mí, tal vez le tocarían a alguien que estuviese en peores condiciones, que no tuviese el carácter que tenía yo, el cual me ayudaba a soportar cada día, o también, podía ser que la otra persona con mi destino no tuviese absolutamente a nadie, yo al menos contaba del apoyo de Charlie.
Entonces, fui hasta el baño, me paré frente al espejo y observé mis ojos húmedos, a punto de soltar sus lágrimas para desahogarse.
Me lavé el rostro con agua tibia y volvía a mirarme al espejo.
“Puedes hacerlo” me dije, firme y relajadamente. No me importaba nada, iba a obligarme a soportarlo, sabía que yo era capaz, que no podía permitirme el lujo de desmoronarme cuando quisiera. Yo no era como Pam, no caería frente a la salida más sencilla; lucharía por lo que quería sin importar cuánto me costara. Y, aunque ahora no sabía qué era lo que quería, los hechos de aquel día me estaban superando y no podía dejar que eso sucediera, era fuerte y podía soportarlo.
Pasé mis manos por mi cabello, lo despeine un poco (un habito que me ayudaba a despejarme), luego lo alisé nuevamente, refregué mis ojos grises y, no me importó que el reflejo en el espejo fuese una réplica exacta al rostro de Pam; yo era distinta y me esforzaba por serlo. Me exigí calmarme, lo necesitaba rotundamente, iba a salir como si nada, seguiría delante.
Respiré profundo, conté hasta tres y, como por arte de magia, mi mente y mi cuerpo hicieron todo lo que yo quería. Yo llevaba el control de mí vida, nadie más podía quitarme eso… no iba a permitirlo.

3 comentarios:

  1. Hola , me ha gustado mucho el capitulo, ha sido muy interesante y te he nominad a otro premi en mi blog :D

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  2. Muchas gracias! Aprovecho ahora que tengo tiempo para actualizarlo todo! :D

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  3. Holaa, me gusta mucho tu blog, la historia la verdad es que me ha enganchado jaja. bueno te sigo, me gustaría que te pasaras por mi blog, http://iinmyworldandyourinyours.blogspot.com.es/
    un beso <3

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