NO me importa,
seguiré.
A media noche, la recepcionista del gimnasio me
pidió que saliera, ya era hora del cierre.
Fui al cambiador, me vestí con mi ropa normal
una vez más, me puse mi abrigo y un gorro de lanilla blanco y, al final, salí
al frio exterior, mientras una fina llovizna se desplegaba sobre Manhattan.
Comencé a caminar, y en mi teléfono encontré un
mensaje de Julianna. Aparentemente, Pam se había aparecido en un estado alegre
en casa antes que ella llegara y ahora, estaba en casa, intentando calmarla.
Aunque no lo quería, debía apresurarme, no podía dejar a mi abuela lidiando
sola con semejante problema/responsabilidad/inconveniente (no sabía cómo se
describía mejor).
Acomodé el bolso en mi hombro y apresuré el
paso. La calle estaba llena de gente, correr me sería muy complicado (sin
mencionar que cuidar a Pam no me daba mucha motivación para hacerlo).
De pronto, en medio de la muchedumbre, sentí
que alguien caminaba tras de mí. Bueno, era obvio que alguien lo hacía, mas
bien, era muchos “alguien”, puesto que a esa hora, Hamilton Heights tenía mucho
transito.
Apresuré el paso una vez más, pero sin quedar
demasiado obvia. Tenía un poco de experiencia en cuidarme las espaldas,
viviendo en un lugar como aquel, los ojos siempre debían estar bien abiertos.
Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta
deportiva negra (que hacia juego con mi pantalón de gimnasia azul) y, simulando
tranquilidad, ingresé en una tienda de artículos comestibles que estaba abierto
todo el día.
Le pedí a la vendedora unas galletas que no
existían, solo para hacer tiempo. La chica comenzó a buscar e, intentando
encontrarlas, se fue hasta el fondo de la tienda.
La persona que venía tras e mí, entro en el
mismo lugar que yo y, intentando ver el lado positivo (una simple cualidad mía,
entre unas pocas), pensé que tal vez, esa persona estaba yendo justo a comprar
una cosa que se vendía exclusivamente en aquel pequeño almacén en medio de dos
enormes edificios.
La joven vendedora regresó y me dijo que no
estaba lo que yo estaba buscando (era obvio, aquellas galletas que yo quería no
existían, eran una simple excusa que acababa de ocurrírseme).
Me despedí y regresé a la calle, mientras la
llovizna caía un poco más fuerte, pero con igual fineza.
Seguí caminando, creyendo que todo había
quedado atrás, pero al mirar disimuladamente, el hombre (supongo que era
masculino porque tenía una contextura ancha pero delgada, pantalones de cuero
marrones y chaqueta negra, con una gorra de beisbol del mismo color cubriéndole
el rostro, impidiendo que yo lo divisara), continuaba siguiendo mi paso, casi
pisándome los talones.
Entonces, él se dio cuenta que yo sabía todo;
de pronto, fue quien aceleró su paso en un ciento diez por ciento, quedando
casi a la par de mí. En un reflejo de desesperación, no lo dudé ni un solo
instante y salí disparada, moviendo rápidamente mis pies uno tras otro.
En menos de unos segundos, le había sacado
algunos metros de distancia. La multitud me dificultaba y me jugaba a favor al
mismo tiempo, podía escabullirme entre ella pero no podía ser tan rápida como
esperaba.
El hombre de la gorra de beisbol, seguía tras
de mí, pero no tenía mi misma capacidad física, por lo tanto, me sentía en
perfectas y optimas condiciones para escapar de algún maleante.
Continué corriendo, y al llegar a unas pocas
cuadras antes de mi casa, desde una esquina apareció el hombre de la gorra.
No entendía como rayos me había alcanzado, creía
haberlo dejado atrás unas cuantas calles antes; pero ahora, aparentemente,
había encontrado unos atajos entre los callejones.
Me tomo fuertemente de la cintura y me metió en
un pequeño espacio entre dos edificios. Estaba oscuro y húmedo, el frio parecía
ser tres mil veces peor en aquel pequeño sucucho.
Intenté preguntarle que quería, pero él
mantenía su mano fuertemente contra mi boca, impidiéndome pronunciar palabra
alguna.
-
Tu amiguito Charlie esta en algunos aprietos-. Mencionó,
susurrando frente a mí-. Mejor dile que escoja mejor sus amistades.
Me soltó un poco más, pero aún así no podía
hablar. Aquel hombre me daba mucho miedo, las piernas y todo el cuerpo me temblaban,
sentía que las lágrimas escaparían en cualquier momento.
-
Tampoco estaría mal revisar sus romances,
asegúrate de hacérselo llegar-. Volvió a susurrar-. Sé que son algo cercanos.
En la entrada de ese antro de oscuridad,
apareció el auto blanco que había visto antes de entrar y descubrir que mi
cuarto estaba hecho un desastre. Comenzaba a sospechar que esas mismas personas
habían revisado en mi habitación.
Pero, ¿por qué yo? Si ellos querían a Charlie,
yo solo podía informarlo; no había razón para revisar mi alcoba.
El hombre de la gorra, me soltó en un solo
movimiento y antes que yo pudiese hacer algo, él se subió al coche y
desapareció en la cantidad de luces que pasaban por la avenida. Realmente
estaba aterrada, me temblaba todo, incluso la voz y, no sabía en qué lio se
habría metió Charlie esta vez.
Entonces, de golpe, en mi mente aparecieron sus
palabras: “no estaría mal revisar sus romances”.
¿Qué pasaría si, Maggie significaba algún
peligro para él? Eso sí que no lo permitiría. Toda mi vida (o la mayor parte de
ella) había tenido solo una persona a mi lado, incondicionalmente, frente a
todo pronóstico; siempre habíamos sido Charlie y yo contra el mundo. Ahora, si
aquella chica significaba el peligro mismo, no dejaría que nada le sucediera.
Lo ayudaría, así como él lo había hecho conmigo en el momento que descubrimos
que Terry ya no estaba, cuando Pam me golpeó en su primera noche ebria de
gravedad o, cuando decidí vivir con Julianna, teniendo que cuidarme la espalda
sola. Él siempre había estado allí, transformándose en mi propia espalda,
cuidándome.
Subí las escaleras del edificio, intentando
calmarme, no podía dejar que me vieran en ese estado. Aunque Julianna estaba
acostumbrada a los intentos de asalto y a Pam no le importaría.
Las manos y piernas me temblaban, jamás había
estado tan nerviosa en mi vida, puesto que nunca me habían amenazado de una
forma tan… directa. Además, Charlie era una de las personas más importantes
para mí; bueno, él y yo éramos las únicas personas que me importaban en la
vida, simplemente nosotros.
Me preguntaba en qué maldito lio se habría
metido ahora, pero era tiempo de regresar a la realidad y tranquilizarme. Si
iba a casa así de alterada, jamás lograría soportar pasar la noche con Pam.
Crucé la calle para entrar en mi edificio y
comencé a subir las escaleras. “tranquilízate” me repetía a mi misma en voz
alta, cualquiera me habría catalogado de loca, pero no me importaba. Sacudía
mis manos rápidamente para sacar esa energía que me había producido la
adrenalina del momento, pero como se trataba de mí, jamás lograría calmarme en
tan poco tiempo. Imagínense, si apenas podía dormir en un día cualquiera,
aquella noche sería capaz de saltar por los techos, tirarme de un acantilado,
subir y bajar la estatua de la libertad cinco veces y, aun así, la energía no
se agotaría. Charlie decía que yo era mil veces mejor que la empresa que
proveía luz a todo Nueva York.
Respiré hondo, y aunque esperaba poder
entretenerme con alguna charla poco interesante en medio del corredor con la
señora Bennett, no la encontré allí. Me pareció algo inusual, puesto que ella
era una de las personas más chismosas y extrañas que conocía. Me asomé por la
escalera que seguía hasta el quinto piso y, desde el pie de la misma, observé
la puerta del departamento de la señora, para ver si desde ella se divisaba un
hilo de luz que la dejara en evidencia. Sin embargo, no fue así, las luces
estaban apagadas y la única señal de vida en ese apartamento, era el tapete de
“bienvenidos”.
“Justo hoy se le ocurre no entrometerse en la
vida de las personas ni gruñirle a alguien” pensé, convencida que era el día
más extraño del mundo. Luego, recordé que era medianoche, obviamente que la
señora Bennett no estaría esperándome para platicar.
Respire profundo, muy profundo y giré la llave
del picaporte para poder entrar en mi casa.
La imagen que me encontré, debería haber sido
la mía. No tendría que haber sido así, en una familia normal, yo sería la que
estaba siendo acariciada por su madre mientras tenía un mal día; no como ahora,
que Julianna peinaba a Pam como si nada, mientras ella miraba un punto fijo en
la pared a causa de su resaca.
En aquella casa, todo era un mundo paralelo,
inverso. La madre se metía en problemas y la hija la salvaba; yo era quien
regresaba tarde a casa por culpa de los problemas, la que lidiaba con
muchísimas cosas en la cabeza, mientras que mi supuesta “tutora legal/madre”
andaba por allí, acostándose con un hombre distinto cada día, disfrutando de
una eterna adolescencia descontrolada.
Si, lo he dicho, mi madre era una completa
descuidada, irresponsable, una persona a la que mucha gente llama: prostituta.
Solo que ella lo hacía por diversión.
Verla a Julianna, armando una trenza con el
largo, suave y moldeable cabello de Pam me dio repugnancia. Aquello no debería
estar pasando.
Me encerré en mi cuarto, sin contestar la
pregunta de Julianna sobre cómo había estado mi día; la verdad apestaba y la
mentira me enfermaba, mejor no decía nada.
Dejé la mochila sobre la única silla que había
en mi pequeño cuarto y maldije mi vida por completo. Había días (como aquel) en
los que detestaba todo; a mí, a la ciudad, a mi familia, a Terry, a Charlie, al
instituto, absolutamente a todo lo que formaba el universo. Me preguntaba
porque me tenía que suceder a mí cada cosa de esas, pero luego recordaba que si
no me pasaban a mí, tal vez le tocarían a alguien que estuviese en peores
condiciones, que no tuviese el carácter que tenía yo, el cual me ayudaba a
soportar cada día, o también, podía ser que la otra persona con mi destino no
tuviese absolutamente a nadie, yo al menos contaba del apoyo de Charlie.
Entonces, fui hasta el baño, me paré frente al
espejo y observé mis ojos húmedos, a punto de soltar sus lágrimas para
desahogarse.
Me lavé el rostro con agua tibia y volvía a
mirarme al espejo.
“Puedes hacerlo” me dije, firme y
relajadamente. No me importaba nada, iba a obligarme a soportarlo, sabía que yo
era capaz, que no podía permitirme el lujo de desmoronarme cuando quisiera. Yo
no era como Pam, no caería frente a la salida más sencilla; lucharía por lo que
quería sin importar cuánto me costara. Y, aunque ahora no sabía qué era lo que
quería, los hechos de aquel día me estaban superando y no podía dejar que eso
sucediera, era fuerte y podía soportarlo.
Pasé mis manos por mi cabello, lo despeine un
poco (un habito que me ayudaba a despejarme), luego lo alisé nuevamente,
refregué mis ojos grises y, no me importó que el reflejo en el espejo fuese una
réplica exacta al rostro de Pam; yo era distinta y me esforzaba por serlo. Me
exigí calmarme, lo necesitaba rotundamente, iba a salir como si nada, seguiría
delante.
Respiré profundo, conté hasta tres y, como por
arte de magia, mi mente y mi cuerpo hicieron todo lo que yo quería. Yo llevaba
el control de mí vida, nadie más podía quitarme eso… no iba a permitirlo.
Hola , me ha gustado mucho el capitulo, ha sido muy interesante y te he nominad a otro premi en mi blog :D
ResponderEliminarMuchas gracias! Aprovecho ahora que tengo tiempo para actualizarlo todo! :D
ResponderEliminarHolaa, me gusta mucho tu blog, la historia la verdad es que me ha enganchado jaja. bueno te sigo, me gustaría que te pasaras por mi blog, http://iinmyworldandyourinyours.blogspot.com.es/
ResponderEliminarun beso <3