Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Capitulo 23



“Casa”.
Cuando el sol comenzó a salir, me encontré nuevamente en un lugar suburbano. Ya no estábamos en Manhattan, eso era seguro, pero ahora dudaba que estuviésemos en algún barrio de Nueva York.
Tenía puesta una sudadera de Eric sobre mí porque al parecer, la calefacción no funcionaba. Los vidrios estaban algo empañados por el frio del exterior.
Parecía ser un pueblo pequeño y tenia bosques alrededor, pero nada que mereciera para ir de vacaciones.
No había absolutamente ni una sola persona en las calles, supuse que era porque apenas se estaba asomando el sol, pero luego Eric aclaró mis dudas.
-      Bienvenida al pintoresco pueblo de Duane-. Dijo como si todo eso sonara emocionante-. Estamos en el, ya conocido como pintoresco, condado de Franklin…
-      ¿Qué hacemos aquí?-. corté aquella encantadora presentación, quería saber que estaba pasando; el estado de shock que había sufrido la tarde anterior ya había desaparecido.
-      Aguarda un momento por favor-. dijo él con una sonrisa-. Haces que la magia desaparezca-. Lo miré en plan “¿estás hablando en serio?”, parecía ser que el supuesto Eric normal había regresado-. En fin, estas en Duane bla, bla, bla, el pueblo del condado de Franklin que goza de 174 habitantes para ser exacto. Bienvenida-. Parecía ser que mi poco entusiasmo había apagado la magia en Eric.
Observé por la ventana como pasábamos algunas hileras de pino y luego el pueblo continuaba, era como si todo hubiese sido construido a lo largo de la carretera.
-      Hum, tienes café por ahí-. Señaló Eric a un vaso descartable sobre el tablero-. Lo compré antes que despiertes.
-      Gracias.
Detrás de nosotros estaban la señora Bennett y Pam completamente dormidas.
-      ¿no estamos un poco lejos de Manhattan?
-      Solo a seis horas y media-. Hizo un gesto como si seis horas y media fuesen cosa de todos los días-. Regresaremos, ya lo verás.
-      Y ¿Qué se supone que estamos haciendo aquí?
-      Ponerte a salvo-. Me pregunté de quien me tenían que poner a salvo y miré a Eric pidiéndole más datos-. Eres demasiado impaciente cuando quieres ¿lo sabías?, te explicaré mejor cuando estemos en casa; ahora disfruta del paisaje.
Eran extraños los cambios de humor en Eric. La noche anterior era un adulto completamente capacitado para lidiar con una ebria moribunda, una anciana no tan decrepita y una adolescente anonadada. Ahora, en cambio, simplemente conducía como un chico que acababa de terminar la secundaria para disfrutar de unas largas vacaciones. Sin problemas, contento de ir a donde se suponía que estábamos yendo. Casa.

Media hora después, llegamos a una pequeña finca  rodeada de pinos o álamos o eucaliptos… creo que tenia de todo un poco.
Eric bajó de la camioneta y buscó una llave en una lata al costado del tronco que sostenía la tranquera de la entrada. Abrió un enorme candado atado a una cadena y devolvió la llave a su lugar. Luego regresó a la camioneta, entramos a la finca y bajó, una vez más, para cerrar todo.
No se veía absolutamente nada a lo lejos más que el horizonte.
Viajamos por una hora, adentrándonos cada vez más y más en el terreno. De a poco se despertó la señora Bennett y más tarde Pam, quien volvió a dormirse a los quince minutos.
Todos teníamos ojeras, pero el que peor se veía era Eric. No había dormido en casi un día entero y aunque yo había querido hacerle compañía durante la noche, mis ojos no habían resistido demasiado y mis parpados se habían rendido.
Cuando al fin logré distinguir algo, el sol estaba sobre nosotros, era casi media mañana.
Frente a nosotros había un establo blanco, pero no se distinguía ningún caballo alrededor. Un perro salió de allí a ladrarnos. No podía saber de qué raza era, pero si sus colores: blanco y negro.
-      Bienvenida-. Me sonrió Eric cuando apagó el motor de la camioneta.
Yo estaba aun sorprendida con el lugar. Parecía ser verde, pero no artificial, de esos lugares que simplemente son así… verdes.
La señora Bennett bajó de la camioneta y se llevó caminando a Pam en el interior de una morada.
Eric y yo nos quedamos bajando el equipaje que traíamos.
-      Hey, Niki-. Saludó él a la perra que se nos acercaba-. ¿no es una belleza? Es la perfecta compañía y adora perseguir ovejas.
-      Es linda, nunca había visto un perro así.
-      ¿en serio? Es una Border Collie.
Si, Niki era una verdadera lindura.
Me quedé unos momentos viendo la casa, mientras Eric regresaba a su infancia haciéndole mimos a la perra que se dejaba placenteramente.
Así que allí estábamos: casa. ¿Qué se suponía que hacíamos allí?
En realidad no me importaba demasiado. Al principio había tenido miedo de ir a cualquier lado completamente ermitaño para que me protegieran de algo o alguien que no sabía que era. Pero ahora que veía esa casa, me gustaba muchísimo.
Era enorme, jamás había estado en una casa de ese tamaño. Se notaba que era muy antigua, pero estaba ligeramente cuidada o muy poco dañada. El techo era de tejas grises y el revestimiento de madera blanca. Había una galería rodeando una de las esquinas y un balcón al frente. Algunos arbustos no tan cuidados rodeándola y una puerta de madera con un vidrio decorado en el medio. Se notaba que hacía tiempo alguien no estaba allí, me preguntaba si había habido algún habitante en los últimos años. Sin embargo, el lugar se había mantenido solo naturalmente, como si la madre naturaleza supiera exactamente que tenía que hacer. El pasto estaba ligeramente largo y la pintura algo salida, pero sin duda alguna, estaba muchísimo mejor que mi pequeño departamento lleno de humedad en Hamilton Heights.
Eric camino hasta la puerta y lo seguí, no quería quedarme sola.
No podía creer lo que veía en el interior.
Suelo de madera sin pulir que mantenía su brillo natural y rustico, sillones antiguos que aun seguían viéndose tentadores y esponjosos (o nosotros estábamos artos de los asientos duros de la camioneta), llenos de almohadones haciendo juego.
Las paredes estaban empapeladas (tal como se acostumbraba unos años antes en ese tipo de casas), en un color celeste pastel con flores blancas apenas notorias.
Detrás de los sillones que apuntaban a un viejo televisor de antena, había una gran mesa redonda blanca con seis sillas rodeándolas. Hacia la derecha, estaba la escalera con una baranda blanca y hacia la izquierda había una barra de madera con un teléfono de los años ochenta color rojo bien grandote y detrás de esa barra, se encontraba la cocina. Tenía alacenas de madera blancas y mesadas por debajo rodeando las paredes, en medio de estas dos cosas, se extendía una fina ventana a la altura de los ojos que permitía ver el resto de la finca. En medio de todo eso, estaba una especie de isla, que no era más que una mesa cuadrada de madera color azul algo desteñido, con un estante por debajo donde se podían ver todo tipo de ollas antiguas, de esas que mi abuela siempre veía en sus telenovelas baratas.
La cocina, la heladera, los utensilios, todo parecía ser de los años setenta u ochenta, pero sin duda alguna, hacia más de diez años que alguien no visitaba el lugar (por lo menos permanentemente, porque nada estaba suficientemente sucio como para que haya sido tanto tiempo).
Pero, a pesar de todo eso, lo que más me sorprendió (Más que cualquier cosa en el mundo), fue encontrarme a Maggie y al profesor López sentados en la mesa con muchísimos papeles a su alrededor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario