Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


sábado, 8 de septiembre de 2012

Capitulo 8


Uno no me cree, el otro me miente…
-      ¿Cómo has podido?-. dijo Charlie a mi lado en la clase de matemáticas, López aun no había entrado al aula y yo recién ahora veía a mi amigo-. eres increíble, no puedo creer que no supieses que lo descubriría.
-      ¿de qué estás hablando?
-      Por favor April, no soy un idiota-. Lo miré y él entendió que tendría que explicar los sucesos-. ¿era necesario que entraras a casa ayer?
-      No fui a tu departamento Charlie-. Aclaré, estaba totalmente segura que no lo había hecho-. Pasé la tarde en casa de Pam.
-      Como si te creyera, jamás visitas ese departamento-. Reprochó nuevamente-. Al regresar del instituto, encontré a mis padres en la puerta del departamento; alguien había entrado y destrozado todo. Jamás creí que serias capaz de algo así
-      Te digo que no he sido yo-. Me impacienté-. Pam y yo peleamos, luego fui a nadar ¿Cómo puedes pensar que puedo hacer una cosa semejante?
-      Alumnos, a sus lugares-. López ingresó en el curso y Charlie regreso a su respectivo pupitre.
Durante la siguiente hora, no me preocupe por entender los estúpidos polinomios.
Alguien había entrado en el departamento de Charlie, lo había desordenado y destrozado, pero además, no habían robado nada (de otro modo, Charlie no tendría motivo para culparme, no había nada en su departamento que a mí me faltara, teníamos el mismo estatus social). Pero, lo peor de todo, era que mi mejor amigo de toda la vida me culpaba de semejante delito. Jamás en mi vida había robado nada, de otro modo, él lo sabría. Yo le había contado todo y él  mí, no teníamos secretos y, de la nada, él me acusaba de ser despechada sin ningún motivo.
Estaba segura, más que convencida, que Maggie tenía algo que ver con todo esto, ella estaba detrás de las acusaciones. Desde que ella se había involucrado en nuestra amistad, en solo tres días, todo había empeorado.
-      Hagan los puntos dos y tres de la fotocopia-. Escuché decir a  López al terminar la clase mientras yo salía por la puerta-. Espere señorita Austin, tengo algo que decirle.
“perfecto” pensé, ahora tendría un gran sermón por culpa de mi salida del día anterior.
-      Verá, las salidas de clase no autorizadas conllevan a la suspensión inmediata-. “No, por favor no”-. Pero, no obstante, el señor Taylor aseguró que presenció una conversación telefónica entre su madre y usted, por algún problema familiar.
¿Qué intentaba decir? ¿Eric me había salvado de la suspensión? ¿Por qué?
-      En fin, intenté comprender la teoría del señor Taylor y llamé a su madre-. Estaba convencida que aquello era personal, López jamás se tomaría el tiempo de llamar a los padres de otro alumno, pero como se trataba de mí, no se detendría hasta tenerme bajo la horca-. Pero, parece que su madre no recordaba nada de la otra noche.
-      Lo siento-. Dije sinceramente, con toda honestidad, me avergonzaba del comportamiento de Pamela-. Ella, verá…
-      Descuide, comprendo-. Por primera vez, agradecía que López me interrumpiera, impidiéndome terminar mi frase-. Por esta vez lo dejaré pasar, pero no permitiré otra infracción.
-      Gracias-. Respondí al irme, pero, realmente, tenía que agradecerle a Eric por su gloriosa mentira.

Me senté en el pupitre que me correspondía en la sala de castigos. Frente a mí se encontraba el de la nariz sana solo, puesto que la otra chica algo extraña, ya había cumplido con su cuota de castigo; de los chicos de auriculares, solo quedaba uno, el cual aun estaba muy complicado con la tarea que López le había encomendado. Y, por último, detrás de mí, había una chica más. No la conocía porque era su primer año en el instituto, pero como todos, algún día tendría que visitar aquel horrible antro de castigos.
En la puerta del aula, había una pequeña ventanita de vidrio opaco que no permitía ver con buena definición quienes estaban del otro lado. En medio del vidrio, se escribía con letras negras, las palabras “sala de castigos”, para que todo el mundo supiera que allí también se exigía disciplina, aunque fuese un colegio de vándalos a los que nadie quería educar.
Del otro lado de la puerta, se veía la silueta de López (lo distinguí por su… voluminoso abdomen), y frente a él, estaba alguien más, seguramente un alumno y ninguno de los dos parecía muy contento mutuamente.
No llegué a escuchar sobre que peleaban, pero parecía ser la única en todo el aula que se había dado cuenta que López y, el que parecía ser, Eric estaban discutiendo al otro lado; estaba convencida que solo yo no tenía nada más interesante que hacer como para oír una discusión tan común entre un alumno y su profesor.
Al cabo de unos veinte minutos, Eric ingresó en el curso, su rostro no expresaba mucha felicidad y, claramente, estaba en desacuerdo con algo que López habría dicho.
Se sentó a mi lado y sacó de su mochila unos cuantos papeles, impresos de computadora y lleno de letras desde el principio hasta el final.
Eric tomo un lápiz negro y comenzó a hacer anotaciones entre palabra y palabra o, a un costado de los textos, para guiarse mejor.
Ni siquiera había dirigido la mirada hacia mí, pero de cualquier manera, yo tenía que agradecerle por haberme ayudado el día anterior.
-      ¿Eric?-. comenté para atraer su atención-. Solo quería agradecerte por haber mentido sobre la llamada de mi madre, López me ha dicho lo que hiciste.
-      Si, no es nada-. Volvió hacia sus fotocopias, ambos hablábamos en un tono suave, puesto que el profesor estaba en su escritorio y era muy fácil oírnos-. Deberías tener más cuidado con las páginas de internet que vivitas.
-      ¿de qué estás hablando?-. susurré, sin entender-. Estaba buscando lo que el profesor quería que buscara.
-      A eso me refiero-. Me miro a los ojos, pero no con un gesto gentil-. Sabes, pueden ser trampas.
-      Por favor, son páginas del gobierno-. Puse los ojos en blanco, era más exagerado de lo que yo pensaba que sería-. Además, yo no soy la criminal.
-      Si tú lo dices-. Volvió hacia las fotocopias y, luego de unos segundos de pensamiento, agregó-. Entonces dime, ¿por qué te fuiste así, sin más?
No pude responder, no podía decirle que el que estaba siendo buscado era mi padre, de otro modo, la escusa que había puesto el primer día de castigo, sobre mi padre muerto, se caería en picada.
Ambos quedamos sumergidos en nuestros propios mundos. No entendía a que se refería él con eso de “puede ser una trampa”; después de todo, yo no era la criminal, de eso estaba segura. Lo que quiero decir, es que el que buscaban era mi padre y Eric no lo conocía, no podía conocerlo.
Y, que tal si, en aquella página estaba algo que Eric no quería que yo viese. ¡Por favor! Ya comenzaba a alucinar.
Llamé a López y le dije que la tarde anterior no había encontrado toda la información. Al principio, pareció no interesarle (lo cual me resulto un poco extraño), luego de muchas insistencias mías, aceptó dejarme ir a la sala de informática.
Llevé mis hojas y una lapicera y espere que la maquina comenzara a andar. Todo el mundo pensaría que en un instituto, las computadoras estaban encendidas todo el tiempo, pero no. Por lo menos en mi instituto, ya que nadie se interesaba en buscar información y yo no era la excepción salvo por ese día.
El buscador apareció en la pantalla y escribí lo mismo que el día anterior. Las respuestas aparecieron, pero por más que leí y leí, no pude encontrar la pagina que buscaba.
Intenté con otras palabras y tampoco, como si ya no existiera. Luego, no podía creer como no se me había ocurrido antes, hice clic con el mouse en el “historial”. Para mi sorpresa, aparecía cada página a la que se había ingresado, menos la que yo quería.
¿Acaso Eric había borrado todo? Era probable, yo solo había apagado el monitor al irme, pero al encenderlo, cualquiera podría haber encontrado la foto de Terry en la clasificación de “buscados”.
Lo sabía, sabía que algo estaba ocultando. Por alguna extraña razón, él no me quería en ese archivo de internet. Pero, para su mala suerte, yo era muy terca y testaruda, no me rendiría tan fácilmente.
Fui hasta la otra computadora y la encendí. Espere que cargara y volví a escribir lo que necesitaba en la barra del buscador. Espere por las respuestas, pero ninguna era la que yo quería. Al parecer, Eric había bloqueado las entradas en esa computadora también. Probé con otras cinco maquinas, incluyendo la del instructor de informática, pero él había sido suficientemente listo como para bloquearla en todas las maquinas.
Era definitivo, algo había y yo no podía verlo. Tal vez, él aparecía en esa página o, alguien del instituto.
Entonces, recordé la discusión que había tenido con López, era probable que lo estuviese regañado por haber bloqueado todas las computadoras. O no.
Hay que admitir que todo era muy extraño, Eric no parecía ser un vándalo como el resto del colegio. Ni siquiera entraba en alguna de mis clasificaciones, aunque ahora, se lo podría haber definido a la perfección con la palaba “misterioso”.
Regresé a mi lugar en el pupitre de la sala de castigos en silencio e intente fingir que escribía. Pero la intriga me pudo y no resistí preguntarle a Eric:
-      ¿Por qué lo has borrado?
-      No sé de que hablas-. Susurró, concentrado en sus estúpidos papeles.
-      El historial-. Aclaré-. Y también has bloqueado la página ¿qué intentas ocultar?
-      Estás realmente demente-. Me miró, como si estuviese cansado de repetirlo-. No he hecho nada.
-      Mientes-. Lo acusé, estaba segura que había sido él-. Le diré a López que quisiste entorpecer mi trabajo.
-      No lo harás-. Mi amenaza ni siquiera lo había alarmado.
-      Obsérvame-. Desafié, yo nunca mentía (a veces)-. Profesor, mi compañero ha borrado la información que estaba en la computadora, la que yo busqué ayer.
-      Disculpe señorita Austin-. López apenas me estaba prestando atención, idiota-. ¿Cómo dijo?
-      Que Eric intentó arruinar mi trabajo-. Repetí, con voz alta y clara-. Borró todo lo que yo había investigado en la computadora.
-      Estoy al tanto de todo, gracias.
El profesor volvió la vista a su aburrida revista de maestros y continuo masticando una galleta de avena que había en un paquete sobre el escritorio.
-      Te lo dije-. Desafié a Eric, cuando quería podía ser muy molesta.
-      Eres insufrible-. Se quejó él-. Escucha, no vuelvas a hacerlo ¿Oíste?
-      ¿O qué?
-      Créeme, no quieres saber la respuesta.
Se levantó, dejándome atónita, tomo el pase del baño que estaba colgado junto a la puerta del aula y, tras enseñárselo a López, salió por el corredor.
De acuerdo, aquello había sido suficientemente claro, pero no me rendiría tan fácilmente. La verdad era algo que siempre me había intrigado, mucho más que las mentiras.
Al finalizar la hora y media de castigo que nos correspondía aquel día, tomé mi mochila y salí caminando por los corredores.
Afuera, las nubes anunciaban que aquella noche habría tormenta, por lo que me convenía regresar a casa rápido. A julianna no le gustaba que anduviera sola bajo la lluvia porque temía que me enfermara, aunque nunca lo hacía; mi estado de salud era muy bueno según todos los doctores que me habían revisado.
Bajé los escalones del frente del instituto y, al pie de ellos, me encontré con Eric.
Tenía su espalda contra la pared de los muros que rodeaban las escuela, su mochila colgando de un hombro, y el rostro cubierto por la capucha de un buzo deportivo color azul.
-      ¿a qué te referías con ese intento de amenaza?-. le pregunté mientras corría tras él para alcanzarlo, ambos debíamos ir hacia el mismo lado-. ¿acaso intentas asustarme o realmente eres peligroso?
-      ¿estás siguiéndome?-. preguntó, sin hacer caso a lo mencionado previamente.
-      Como si quisiera-. Resoplé, era lo último que necesitaba, lo que realmente quería era saber la verdad-. Yo también voy por este lado, ¿vas a responder lo que te pregunté?
-      No-. Respondió y yo arqueé una ceja al mirarlo, no entendía a que se refería-. No quiero hacerlo, eso es todo.
-      ¿acaso te he hecho algo?-. pregunté, aun no entendía nada-. No entiendo porqué me tratas de esa forma.
-      No hay nada que debas entender, simplemente te alejas y eso es todo.
Seguimos caminando en silencio hasta que llegamos a unos pocos metros de mi departamento. Frente a él, divise un hermoso auto deportivo Audi S5 blanco. Definitivamente, un coche poco común en un lugar como Hamilton Heights.
-      Debo irme-. Dijo Eric al llegar a la esquina previa a mi departamento-. Adiós.
Sin siquiera darme tiempo a responder, salió caminando rápidamente hacia la calle que cruzaba. Me pareció extraño, pero al ver el tipo de gente que caminaba alrededor de mí, no el di demasiada importancia, puesto que en un barrio como el nuestro, era común toparse con posibles enemigos. Aunque, más normal aun, era enfrentarlos en lugar de huir como Eric acababa de hacer.
Subí las escaleras,  y al llegar al segundo piso, me encontré con la señora Bennett que bajaba las escaleras bastante apurada.
La salude, como siempre, pero apenas me dirigió la mirada, algo poco usual en una mujer de aquella edad. No todos los días te encontrabas a alguien anticuado, gruñón, jorobado, extremadamente solitario, bajando las escaleras a la velocidad de la luz.
A pesar de todo, no me importó, la vida personal de la señora Bennett no me atraía en lo más mínimo. Continué subiendo las escaleras hasta el cuarto piso y de mi mochila tomé las llaves de mi casa.
Entré en el departamento y no había señales de julianna o de Pam. Era perfecto para relajarme. Fui hasta mi cuarto para cambiarme con la ropa de natación y al entrar, no podía creer lo que veían mis ojos.
Todo estaba fuera de lugar, la cama tenía muchísimas cosas sobre ella y el ropero estaba vacío, alguien había dejado toda la ropa en el suelo.
Las cajas que, por lo general, guardaba en mi estantería de libros estaban rotas, con todo su contenido esparcido en cada rincón del cuarto.
Sabía quien lo había hecho, yo no tenía nada importante para robar, ni siquiera algún papel que significara algo en mi vida. Cada cosa guardada en aquellas inútiles cajas eran papeles, recortes de revistas o, incluso, flores secas que Julianna me pedía que guardara.
En el piso, divisé entre muchas otras cosas, un brazalete que Terry me había regalado hacia unos años, el día que se había ido. Me lo quitaba cada vez que iba a nadar y, por suerte no se había roto entre todo ese desastre.
Estaba segura que iba a matar a Charlie cuando lo viera, era increíble que decidiera vengarse de esa forma, jamás había sido tan inmaduro. Es más, luego de ponerme nuevamente el brazalete, salí por la ventana de mi cuarto y comencé el recorrido que realizaba todas las noches, decidida a enfrentarlo.
Charlie nunca hacia algo como eso, sus peleas se dignaban a eso; unos simples golpes aquí o allá y listo, ya era todo.
Llegué a la ventana de los Power y golpeé, pero esta vez no fueron solo tres veces, quería hacerme oír rotundamente en toda la manzana. Tuve suerte que los padres de Charlie no estaban en la casa en ese momento, tendría que haber meditado previamente el hecho de encontrarme con ellos antes de salir de mi cuarto.
De cualquier modo, Charlie apareció detrás del vidrio con su chaqueta de futbol puesta, estaba a punto de salir (seguramente con Maggie).
-      ¿Qué haces aquí?-. preguntó, tomando las llaves de su camioneta de arriba de la mesa-. ¿no te ha alcanzado con dejarles un ataque de pánico a mis padres?
-      Ya te he dicho que no hice nada-. Reiteré por centésima vez-. Pero tu si, ¿era necesario que te vengaras de esa forma?
Charlie seguía sin entender, por lo tanto yo tuve que explicarle todo el concepto de lo sucedido. En menos de unos quince minutos, ya le había contado el estado en el que había encontrado mi cuarto y que sospechaba de él porque (oh casualidad) solo era mi habitación la que había sido destruida.
Charlie seguía sin comprender, y aunque yo le insistía que me contara la verdad, él terminó convenciéndome a mí que en realidad había sido otra persona.
-      No entiendo porqué ha sido precisamente mi cuarto-. Dije, aun algo nerviosa, mientras Charlie servía unos vasos de jugo de naranja-. ¿no ibas a salir?
-      Le diré a Maggie que espere un momento-. Hizo un gesto de indiferencia-. Piensa April, alguien que pueda ser sospechoso tiene que haber.
-      Charlie, eres el único-. Lo volví a ver de reojo para, en caso de ser culpable, devolverle aquel horrible sentimiento en lo más profundo de su ser-. ¿Maggie sabe del desastre que hicieron aquí?
-      Por supuesto, se lo he contado todo y se mostró muy asustada-. Bebió de su vaso mientras yo esperaba que reaccionara de una buena vez-. Un momento, ¿no estrás insinuando…?
-      Exacto, Charlie abre los ojos-. Lo miré fijamente, aquella chica no me simpatizaba en lo más mínimo, desconfiaba rotundamente de Maggie-. Es extraño que revuelvan tu apartamento luego de conocerla o, que luego, hicieran lo mismo con el mío.
Ahora que lo pensaba, mi idea no sonaba tan increíblemente fantasiosa. No sólo Maggie había aparecido en nuestras vidas, también su amigo, Eric. De pronto, Charlie y yo nos separábamos, alguien entraba en nuestras casas, revisaban en busca de algo y, como si fuese poco, Eric me decía que no me convenía seguir investigando en páginas web de personas buscadas justo en el momento que descubro que mi padre podía ser uno de ellos.
-      Charlie, mi padre está vivo-. Dije, sin previo aviso, mientras todas estas ideas seguían dando vueltas en mi mente-. En teoría, su muerte fue una mentira.
-      April, ¿entiendes lo que estás diciendo?-. odiaba que me trataran como una loca-. Es imposible.
-      Por favor Charlie, no estoy tan mal como para inventar algo así.
Cansada de ver su rostro completamente desorientado, volví a narrar otra de mis historias, ¿Quién hubiese pensado que en tan poco tiempo peleados, Charlie y yo tendríamos tantas cosas desactualizadas?
-      Tu madre es una completa lunática-. Asentí-. ¿qué harás ahora?
-      Quiero buscarlo, saber que sucedió al dejarme-. Miré fijamente el vaso de jugo de naranja sobre la mesa-. Quiero la verdad, ¿por qué desapareció de un día para el otro?
-      April…-. Tomo mis manos sobre la mesa y me miro en modo protector, como siempre lo hacía-. ¿estás segura de esto? Si se fue, no merece ningún perdón.
-      Estoy segura, lo quiero y necesito-. Respondí segura de cada palabra, la convicción era mi principal característica; tenía una intuición nata, que me hacia elegir cuales era las mejore decisiones que podía tomar.
Charlie y yo salimos por la ventana del living y regresamos a mi cuarto. Quería mostrarle todo lo que había pasado.
Volví a poner de pie una silla en la que siempre había ropa y me senté en ella. Charlie estaba de pie, junto a la repisa vacía de libros, la miraba detenidamente; luego observó unos papeles esparcidos por el suelo, se agachó apoyándose en sus rodillas y los revisó, desparramándolos un poco más.
-      ¿segura que no falta nada?-. preguntó y yo sentí nuevamente-. Algo querían... o quería.
-      Está bien, ya sabré como solucionarlo-. Respondí, pasando una mano sobre mi frente para intentar despejarme-. No creo que sea nada importante.
-      De acuerdo-. Me abrazó, extrañaba sus consejos, era el mejor amigo que podría pedir-. Debo irme, pero quiero que me llames en cualquier caso-. Asentí, mientras lo acompañaba hasta la puerta de entrada al departamento-. Hoy por la noche hay maratón de caricaturas, te espero.
Volví a asentir y cerré la puerta tras la partida de Charlie.
Regresé a mi cuarto y comencé a juntar todo, una vez más, revisé que no me faltara nada. Pero, otra vez llegue a la conclusión que solo habían destrozado más que robar.
Aunque no le había insistido a Charlie, aun desconfiaba de Maggie; mi punto débil, era que no tenia absolutamente ninguna evidencia comprobable para transmitirle ese mismo sentimiento a él.
Terminé de ordenar cada cosa en su lugar, y Julianna aun no había llegado. Tal vez, había tenido grandes visitas en el hotel y estaría hasta tarde.
Me vestí con mi ropa de natación, quería ir a la piscina y pensar claramente. En el bolso deportivo guardé un poco de galletas y una botella de agua y salí a la fría calle. Nada mejor que el aire fresco para despejar todo tipo de neurona completamente quemada.

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