Si todo siguiese
igual…
Julianna no llega sino hasta la cena. Al
encontrar a Pam durmiendo en el sofá, solo suspiró y colgó su bolso en un
perchero. Luego besó mi frente y se encerró en el baño para ducharse.
Yo fui a una pequeña tienda de comida chatarra
en la otra esquina del departamento y compre un poco de tarta de queso. No me
apetecía cocinar y seguramente a Julianna tampoco.
Regresé y nuevamente, la encontré viendo las
noticias en la televisión. Apenas conversamos durante la cena; por lo menos
hasta el final de ella.
-
¿Qué son estos vidrios en la basura?-. pregunto
cuándo juntó los platos de la mesa y los llevo al fregadero-. ¿se te ha roto un
vaso o algo?
Dudé si contarle o no, pero últimamente las
mentiras no me llevaban por buen camino. Al final le conté todo, incluso la
ayuda de la señora Bennett y Charlie.
-
¿acaso nunca aprenderá?
-
Hace semanas que estoy hablando de lo mismo,
tenemos que dejar de soportarla.
-
Lo sé y te entiendo, pero tengo una pregunta
para ti-. Hizo una pausa y se acercó a mí, cosa poco conveniente para ella
puesto que yo estaba hirviendo de furia-. Si tanto quieres cortarle el hilo,
¿Por qué te has tomado tantas molestias porque estuviese durmiendo cómodamente
en el sofá?
-
No lo sé-. Bajé la cabeza, sabia a donde estaba
llegando el rumbo de la conversación y la verdad me costaba admitirlo, yo no
era ciertamente la persona más demostrativa del mundo-. Supongo que no podía
dejarla tirada toda la tarde, no es muy agradable.
-
Exacto April-. Se volteó, parecía que tener esa
conversación tan seguida sacaba su lado más sensible-. Es tu madre, no puedes
negar que algo te une a ella.
Dicho eso, se retiro por el corredor y se encerró
en su cuarto. Yo me quede parada en medio de la sala, asimilando lo que acababa
de escuchar.
Arropé a Pam, parecía que no iba a reaccionar
hasta la mañana siguiente. Suspire y sentí como una lagrima amenazaba por caer
por mi mejilla, era casi media noche y no quería permitirme ir a la cama así de
triste.
La verdad estaba clara, yo no quería tener ese
lazo que me unía a Pam. Yo simplemente quería una madre que, al menos, no
regresara a casa ebria todas las tardes. Ni siquiera pedía que me quisiera,
sentía que merecía y tenía derecho a encargarme de mi vida (que no era muy
simple porque, admitámoslo, yo era adolescente y cualquier problema me
demandaba el triple de dramatismo), así que eso era lo que más quería, no tener
que encargarme de los problemas adictivos de otras personas.
Apague las luces y encendí una vieja lámpara
junto a Pam, solo en caso que se despertara de casualidad.
Entonces me fui a mi cuarto y apague mi
celular, no quería que nada ni nadie me molestara. Me puse mi pijama y me hundí
bajo mis mantas.
Toda la habitación estaba oscura, una tenue luz
entraba a través de las cortinas, pero apenas se distinguía algo.
Primero diez minutos, luego veinte, mas tarde
cuarenta y al final, llegamos a una hora. El tiempo pasaba y yo apenas había
intentado dormir ¿Qué me sucedía?
Había sido un día largo, no estaba de mi mejor
humor y las lágrimas caían lentamente, aunque yo intentaba detenerlas. Llego un
momento en que todo el puño de mi camiseta estaba húmedo, no entendía porque
estaba tan susceptible.
Toc-Toc.
Oí eso tan claro como si me hubiesen golpeado
justo en el oído. Seguramente era más de medianoche, pero solo una persona en
el mundo lograría golpear mi ventana.
“April, abre que me congelo” oí que susurraba
desde el exterior.
-
Espera, no encuentro mi bata-. Dije desde
dentro, adoraba molestarlo.
-
¡Si serás…!-. Charlie se detuvo antes de
terminar, yo ya estaba abriendo la perilla del cerrojo.
Paso su pierna derecha y luego la izquierda. Cerré
la ventana cuando estuvo dentro y le ofrecí una manta.
-
Realmente estás loco, eres el único que saldría
sin abrigo con esta temperatura.
-
Lo siento-. Bufó, acomodándose junto a la
estufa de mí cuarto-. Confiaba que mi amiga me abriría la ventana un poco más
rápido. Quería saber porque no fuiste a ver dibujos animados… traidora.
Reí ante su comentario, cuanta falta me estaba
haciendo.
-
Hey, ¿Qué sucede?-. se acerco a mí, aun estaba
parada junto al vidrio y se notaba mi rostro con la luz que entraba en la
oscuridad-. Estuviste llorando.
-
No es nada-. No quise secar la lágrima que
sentía dentro de mis parpados por miedo a que él definitivamente lo notara,
pero mis ojos estaban rojos, Charlie no lo dejaría pasar.
-
April Austin, eres la peor mentirosa que jamás
he visto.
Se paro frente a mí y extendió sus brazos
ampliamente. Luego hizo un gesto con la cabeza para que me acercara y eso hice.
Me lancé en él para que me envolviera y me diera el afecto que él y solo él podían
brindarme.
¿Podía ser Charlie la única persona que me
quería realmente?
Porque, sincerándome, él no tenía nada de
beneficios haciendo todo lo que hacía por mí, realmente era un buen amigo…
incluso era mucho más que eso.
-
¿sabes algo?-. dijo, acariciando mi pelo
suavemente y susurrando con una voz tal dulce que solo yo había llegado a
conocer-. Siempre supe que eras tan fuerte como para aguantar tanto y te
prometo que siempre estaré para ti ¿de acuerdo? No dudes en llamarme, te juro
que si pudiera te sacaría de este lugar que tanto te consume.
¿Cómo podía ser así de lindo conmigo? Me sentía
como si yo no pudiese corresponderle. Algo en mi hacia que yo no mostrara mis
emociones tan fácilmente, a Charlie le había costado casi dieciocho años
conocerme hasta este punto. Pero últimamente las presiones eran tantas que ese
horrendo lado de mi relucía más de lo normal.
Ambos nos quedamos en la estufa, intentando
apaciguar el frio.
Lentamente, mis ojos se cansaban mas y mas,
producto del llanto que siempre cansa al damnificado.
-
Charlie-. Dije en voz casi audible, temía despertarlo
en caso que se hubiese dormido-. ¿sigues despierto?
-
Hum-. Lo escuche decir, definitivamente estaba
dormido.
Es que, él no tenía mi sueño liviano y
estábamos acurrucados en el suelo, con la manta cubriéndonos como un iglú, con
nuestras cabezas fuera y la estufa a un lado; definitivamente el suelo de
madera era muy cómodo.
Mire a Charlie. Tenía los ojos cerrados pero yo
sabía cómo eran: hermosos. Aun así, con la nuca apoyada contra la pared y una expresión
de niño pequeño, era adorable.
-
Debes irte a tu cama-. Le susurre al oído, no
quería interrumpir su comodidad, pero si permanecíamos toda la noche así, su
espalda le dolería muchísimo la mañana siguiente.
-
Hum-. Volvió a quejarse, pero esta vez se
incorporo un poco, aun con los ojos cerrados-. ¿Qué hora es?
-
Poco más de las dos de la madrugada-. Volví a
decir con voz suave-. Debes ir a tu cama.
-
De ninguna manera, vete tú-. Reproche pero él
me interrumpió-. Me quedaré contigo, intenta dormir; cuando lo hagas yo me iré.
Me resistí, pero el siempre terminaba convenciéndome.
Me levante del suelo y le acomode las mantas. Luego le tendí unas cuantas mas
para que se recostara en ellas y me acosté en mi cama nuevamente.
Aun seguía sin dormir, pero me sentía bien
sabiendo que él estaba allí conmigo. Gire sobre mi misma y me puse de costado,
mirándolo.
-
¿Qué tanto ves?-. susurró al notar que aun tenía
los ojos abiertos-. Lo sé, soy muy sexy.
-
Ya quisieras-. Reí y le arroje un almohadón
verde que había sobre mi cama. Él sonrió luego de atajarlo y me guiño un ojo en
plan “sigo creyendo que soy sexy”.
Luego, el silencio nos invadió. Pero no era de
esos silencios incómodos, más bien estaba lleno de palabras, de ideas, de pensamientos.
Esa noche estábamos nosotros dos, como viejos amigos, el uno para el otro a
pesar de las cosas que el mundo nos presentaba cada día. Deseaba con todas mis
fuerzas que ese momento no acabara jamás, que la mañana no llegara, que Charlie
y yo siguiésemos así por siempre: siendo niños.
Pero aunque quise, no pude resistir. Cerré mis
ojos luego de oír un “dulces sueños” que produjeron sus labios.
Cuando volví a abrirlos, supe que la magia del momento,
de la oscuridad, de la noche… había pasado. Ahora mi despertador sonaba en la
mesa de noche avisándome que tenía un día más de instituto
-
¿Charlie?-. pregunte con la voz entrecortada,
esa típica voz que tiene un recién levantado-. ¿Charlie, donde estas?
Abrí los ojos y me encontré sola en el cuarto.
Él se había ido, por supuesto, no iba a quedarse por siempre por más que yo quisiera.
Corrí las frazadas que me cubrían y observe
todo.
Las mantas que le había tendido la noche
anterior estaban bien acomodadas en una silla y la ventana cerrada. Él había
regresado a su casa.
Me duche y me cambie el pijama por unos jeans
negros y un sweater ajustado color ocre, luego me calce mis zapatillas blancas
y una pañoleta verde agua cubriendo mi cuello. Peiné mi cabello negro y descubrí
que necesitaba un corte, estaba muy largo, posiblemente hasta la cintura. Deje
el flequillo para el costado pero no lo até, ese día quería tenerlo suelto.
Luego tome mi mochila y un abrigo negro que
llegaba hasta la rodilla y salí del cuarto.
Julianna estaba tomando un té en la cocina y
Pam se encontraba recostada en el sofá, parecía recién despierta.
-
Apaga esa lámpara-. Le dije al ver que ni saquera
se había tomado esa molestia-. Ya bastante hacemos por ti para que nos embarguen
la luz.
-
Hola hija.
-
No me llames así.
Pam no respondió, sabía que no le convenía
hacerlo.
No me apetecía en lo mas mínimo quedarme en esa
casa a desayunar. Aproveche que tenía un poco de dinero del autobús del día
anterior puesto que Charlie me había llevado luego del instituto y decidí
comprar algún café en otra parte.
Tome mis llaves y me fui sin despedirme. Las
cosas eran cada vez más frías y la culpa de todo era de Pam. Todo era debido a
ella, por ser una descuidada, una promiscua, una tonta que no sabía decidir por
sí sola, una confiada, una ebria, una “chica fácil”… en fin, una prostituta (y
eso era demasiado bueno para ella).
Unas cuadras de mi casa se encontraba una
cafetería algo pequeña. Era barata y hacían un buen café, o al menos, lo mejor
que podían para tener esos precios. Además, nadie había muerto por beberlos,
eso en Hamilton Heights valía muchísimo.
Llegue a la pequeña tienda muriéndome de frio,
la bebida caliente me vendría muy bien.
Pedí uno grande para llevar y bien fuerte, no
me gustaba el café suave, yo necesitaba la cafeína más que nada.
No tardaron mucho en prepararlo, pague y volví
a salir al exterior.
En poco tiempo, sentí el calor en mi interior.
Cada vez que exhalaba, un poco de vapor salía de mi boca, Charlie siempre me
había dicho que era “aliento de dragón”, para personas fuertes y luchadoras como
yo, aunque yo no lo sintiera de esa forma él estaba convencido que había algo
especial en mi.
No entendía porque no podía quitarlo de mi
mente, desde la noche él aparecía en todos mis pensamientos.
¿Qué si pasaba algo entre nosotros? Un beso,
alguna confesión… ¡no April, no! Éramos amigos y hasta allí, jamás me había
puesto a pensar en Charlie como algo más que un muy buen amigo, ¿Por qué de
pronto sí lo hacía?
Bueno, la respuesta era sencilla; no estaba
pasando mi mejor momento y él era uno de los pocos que estaba siendo lindo
conmigo, imposible no sentirme débil. Sin embargo, no podía bajar la guardia,
existía la posibilidad que él estuviese metido en algo turbio por eso aquellos
hombre estaban rondado, aunque no los había visto en un día y medio (conociendo
ese ambiente, un lapso de tiempo como ese era demasiado), tal vez Charlie se
había apartado de esos negocios después de todo.
Ahora solo me importaba saber que había
sucedido con Terry y tenía que mantenerme concentrada, los chicos solo me
hacían sentir débil, después de todo, yo no creía en el amor.
Sólo diré una cosa : adsjchr sgv jdhtsfnmshrsjgxhrdgjvjydyrxxrwawtxhgctysedbdfgvfffhdghdhrshfxfex, me encanta <3
ResponderEliminarBueno, muchas gracias!!! De verdad te gusta? Quiero decir, recien ahora esta omenzando el romance y todo eso... jajaja de todos modos, MUCHAS GRACIAS!
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