Sinopsis

April Austin no lo ha tenido facil.
Su padre se fue, su madre es alcoholica y vive en un barrio con poco futuro. Sin embargo tiene a Charlie Power, su mejor amigos desde siempre, quien la apoya incondicionalmente.
Pero desde que él sale con Maggie Parker, April se ve en necesitad de un nuevo hombro donde poder descansar.
Entonces aparece Eric Taylor, el guapo y misterioso chico del salon de castigos.
Secretos de la desaparicion de su padre y lecciones de amor irán apareciendo en esta historia.
¿Podrá April vencer los temores de su pasado? ¿Podrá descubrir que sucedio la noche de su quinto cumpleaños? ¿Podrá creer nuevamente en el amor?


jueves, 6 de septiembre de 2012

Capitulo 7


R.R.R: Remordimientos, recuerdos y revelaciones.
Llegué al departamento donde vivía Pam en menos de lo que esperaba. No había querido tomar el autobús, era mejor correr para aclarar mi mente.
No le había dicho a Eric o  a López que me iba, tampoco me importaba, en ese momento algo mucho más importante estaba sucediendo en frente de mis ojos y yo había sido tan ciega como para no notarlo jamás.
Tome la llave de emergencia que Pam escondía bajo un tapete de bienvenida frente a la puerta y entré.
La casa estaba muy desordenada, era evidente que la noche anterior había sido una en las que se embriagaba hasta más no poder.
Pam vivía en un lindo mono ambiente. Prolijo, en el centro de Hamilton Heights, con muebles lindos y sofisticados, un vecindario decente (mas que el nuestro) y, con unas cuantas comodidades que se podía permitir gracias al salario que le daban por las “horas extras”. Siempre había repugnado su vida, era completamente vergonzosa, por eso no me gustaba que supieran que éramos familia.
Dejé mi mochila en el sofá y verifiqué que ella no estuviese durmiendo en la cama repleta de cosas. Aparentemente, no había vuelto desde la noche anterior, o desde la tarde anterior. Sinceramente, no era la pregunta que inquietaba mi mente.
Comencé a recoger las botellas que estaban esparcidas en el suelo, en el baño, en la cocina, sobre la cama, por debajo, y en toda la vivienda. Era increíble la cantidad de dinero que aquella mujer gastaba en algo tan común como el alcohol. Siempre la había odiado por elegirlo sobre mí, por decidir ahogar sus penas de abandono en aquel líquido espantoso, en lugar de escoger trabajar los problemas en familia, junto a Julianna y a mí.
Si aquellas botellas estuvieran llenas y sin abrir, seguramente tendría unos quinientos dólares ganados, todo ese dinero desperdiciado. Dejé los envases en un cajón de la cocina, Pam se haría cargo de ellos luego.
Cualquiera se preguntaría porque hacia eso por ella, o porque mi abuela se encargaba de pagarle las deudas; bueno, digamos que aunque no lo quisiéramos, éramos familia y la familia se apoya mutuamente, al ver que Pam no quería nuestra ayuda, no íbamos a dejarla hundirse cada vez mas y mas profundo, era nuestra pequeña colaboración para intentar mantenerla a flote. Aunque, claramente, muchas veces flotaba solo una mitad de ella.
Luego, limpie la cantidad de papeles que se encontraban sobre la mesa. Había revistas, catálogos, cuentas vencidas que Julianna no había encontrado la última vez que había ido a la casa y, algunos restos de comida, como fruta o tartas en bandejas de plástico descartable. Era verdaderamente, asqueroso, un completo atentado a la higiene.
Tire todo en un triturador de basura y los pocos platos que le quedaban los lavé en el lavadero de la cocina. Abrí las ventanas para esfumar el olor a cigarrillo, encierro y alcohol, y luego, tendí las sabanas de la cama que parecían no ser tendidas desde el primer día en que Pam había dormido en aquella casa.
Me recosté en el sillón y comencé a recapacitar en mi mente, tal vez todo era una locura, pero teniendo a una madre como la mía, todo podía pasar.
Al ver que comenzaba a oscurecer y que Pamela no regresaba, le envíe un mensaje a Julianna para avisarle que todo estaba bien, tampoco quería ser buscada por la guardia costera de todo Estados Unidos.
Observé, sobre el ropero, un par de cajas y supuse que si Pam era la dueña del acta de defunción de Terry, seguramente lo guardaría allí, digamos que no era tan ordenada como para guardarlo en otro lugar. De lo contrario, luego de sus largas resacas, no recordaría de ninguna manera donde guardaba las cosas importantes.
Me paré sobre una silla, puesto que no era la chica más alta del instituto pero tampoco era un gnomo, y tomé la primera caja.
Era de zapatos y dentro, contenía muchas porquerías de adolescentes, como el birrete de la graduación de Pam o la foto del baile, donde se la veía con un típico arreglo de flores en la muñeca, un vestido largo y azul, uso zapatos de tacón y un hombre alto y esbelto a su lado, Terry.
Cuando termine, tomé una segunda caja, era blanca y grande. Dentro, había un largo vestido blanco, algo simple pero delicado. Una autentica belleza. Un nuevo secreto, Terry y Pamela iban a casarse cuando él se fue, una posible razón de su depresión.
Volví a guardarla y tome la tercera y última caja, era pequeña y pesada. Dejé la tapa a un lado y hallé que en el interior había un montón de papeles.
“Bingo” pensé, pero rápidamente descubrí que era pura basura de bebe, mi primer foto (ecografía), un dibujo de cuando era pequeña y unos pendientes que solía usar a los tres años, ahora siempre lucia unas piedritas plateadas que simulaban ser “diamantes”.
Debo admitir que me conmocionó saber que Pam había guardado eso durante tanto tiempo, aunque no sentíamos gran afinidad la una con la otra, era mi madre y durante mis primeros años de vida me había dado todo, luego los sucesos se fueron más allá de lo que nuestro alcance permitía y ambas tomamos caminos diferentes.
Cuando oí las llaves de la cerradura principal girando el picaporte, supe que Pam había llegado a casa. La observé entrar con Rupert detrás de ella, tomándola por la espalda, ambos reían y parecían ebrios, aunque había presenciado peores momentos. Me impresiono saber que Pam seguía con aquel perdedor, conociéndola, sospechaba que lo dejaría a las nueve horas de noviazgo. Para mi sorpresa, aun seguían juntos, salvo que ella dejara que un “amigo” entrara con media camisa desabrochada a su departamento.
-      Tenemos que hablar-. Dije sin saludar, con un tono superior, claro y firme, no iba a aceptar un no como respuesta-. Rupert, vete.
-      Oye, oye-. Titubeó Pam, era oficial, estaba ebria-. Es mi casa.
-      Parece que yo la controlo más que tu-. Respondí, desafiante-. Rupert, no lo repetiré, vete
-      ¡Es mi casa maldita sea!-. gritó Pam y casi cae al suelo al decirlo, por suerte solo se tambaleó y logró mantener el equilibrio-. Dime qué quieres y vete.
-      El acta de defunción de Terry.
Ambas quedamos en silencio y Rupert, por fin, identificó la indirecta (directa) que le había dado. Se abrocho los botones de su camisa, de un modo bastante desprolijo, y se fue rápidamente tras cerrar la puerta.
Pam dejó su bolso y las llaves de la casa en la mesa de madera que nos separaba y, mientras yo observaba detenidamente sus movimientos, distinguí que sacaba un vaso y una botella de whisky de una alacena en la cocina. Se sentó en la punta, sirvió en el vaso y tomó todo de un solo sorbo. Luego, suspiró al sentir el ardor en la garganta y volvió a servirse, sin que ninguna de las dos dijera una palabra.
Volvió a beber el segundo vaso y, aun no sabía si seguir esperando o detenerla para descubrir al fin la verdad.
-      Detente-. Le pedí en tono amable, sabía que aquello no era bueno para ambas-. Déjalo ya.
Me miro, volvió a servirse y siguió bebiendo. Tomé, firmemente la botella, le saqué el vaso de las manos y, de un solo golpe al unísono, los coloqué en el otro extremo de la mesa.
Me senté a un lado de Pam y, con una mirada algo dura, clave mis ojos grises en los suyos. Éramos la viva imagen, la una de la otra, pero en su rostro no se reflejaba la alegría que aparentaba y en la mía, no se veía la inmadurez que se suponía, debía poseer.
Pam evitó sostenerme la mirada y la desvió a sus manos, hechas un manojo de nervios justo al frente.
-      ¿no tienes el acta verdad?-. pregunté, aunque sonó mas como una afirmación.
Pam asintió, avergonzada, sin decir una palabra.
-      Dime-. Insistí por otro lado-. ¿alguna vez la tuviste?
Volvió a hacer una seña. Negó con la cabeza, más avergonzada aún y, sentí como las lágrimas se deslizaban en nuestras mejillas, dejando al descubierto el dolor que ambos sentíamos desde hacía mucho tiempo atrás.
-      Nunca la tuve-. Habló finalmente-. Alguien, no recuerdo quién, se acercó y me relató lo sucedido; lo habían encontrado cerca de la frontera con Canadá, tenia sobredosis de todo.
-      ¿jamás reclamaste nada?-. volví a preguntar-. ¿el cuerpo? ¿el acta? ¿algo?
-      Nada, no quería volver a ver algo de Terry en toda mi vida-. Ahora, comenzaba  comportarse como la insoportable Pamela Chase que todos conocían, siempre a la defensiva-. Era solo una niña, jamás creía que alguien me reclamaría algo de aquel hombre.
-      ¿no creíste que, tal vez, a mi me interesaría saber que había sucedido con mi padre?
-      ¡él no se ganó el derecho de ser tu padre April!-. se levantó de repente, con lágrimas en los ojos y comenzó a gritar-. ¿No lo entiendes? No te quiso, te abandonó, igual que a mí, nos utilizó a nosotras de la peor manera que pudo hacerlo.
-      No, sé que tuvo sus razones-. Acoté ingenuamente, siempre me había negado a creer que el hombre con el que había pasado los primeros cinco años de mi vida, no era más que un muy mal recuerdo-. No digas esas cosas.
-      Abre los ojos por favor-. Volvió a insistir-. Lo único bueno que hizo fuiste tú, y a veces dudo que sea así.
-      ¡Cállate!-. grité con todas mis fuerzas, no soportaba que Pam hablara así de alguien como Terry, aunque lo que había hecho estaba mal, no quería creer que Pam tuviera razón.
-      Entonces dime-. Se tranquilizó repentinamente y me miro con aquellos profundos ojos grises imposibles de olvidar-. Si Terry sigue vivo ¿por qué no te ha buscado aun? Más de diez años han pasado, seguramente ya lo habrías perdonado por abandonarte.
-      No lo sé-. Bajé la vista avergonzada, Pam tenía razón, no sabía porque Terry no había vuelto por mí.
-      Te diré porqué-. Se cruzó de brazos frente a mí, del otro lado de la mesa y me observó por unos segundos, se notaba que estaba ebria y mucho-. Porque no te quiso, te abandonó para seguir con su vida sin tenerte en ella. Siguió como si nada, nos dejó a ambas; admite que eres igual que yo, sigues atrapada en el pasado… somos I_G_U_A_L_E_S-. era suficiente, mi paciencia había tocado fondo-. Terminaras igual que yo, porque somos igual de estúpidas.
Me paré de la silla de un salto y le di un golpe en el rostro. Una bofetada perfectamente ubicada que me hizo sentir un gran alivio interior. Luego, caminé hasta la cocina mientras Pamela se tomaba la mejilla con las manos para amortiguar el dolor, abrí las puertas de madera blancas de la alacena y, arrastrando todo con mi brazo, deje caer todas y cada una de las botellas de alcohol.
El suelo quedó hecho un completo desastre, pegajoso y, sobre todo, oloroso. Un aroma tan fuerte y horrible que mareaba a cualquiera.
Pam quedó con los ojos y la boca abierta, no podía creer lo que yo acababa de hacer; se abalanzó sobre mí y comenzó a sacudir sus brazos desesperadamente sobre mi pecho, mientras lloraba sin consuelo.
La tomé de los hombros y la lleve hasta la zona del sofá, la arrojé contra el mismo y corrí al baño. Me paré frente al espejo y lo deslicé a un costado para dejar al descubierto un hueco donde, se suponía, debía haber un botiquín. Pero en su lugar, solo encontré otro escondite para botellas de vino y otras sustancias prohibidas para menores. Agarré los envases de líquidos desconocidos y los vertí todos en el inodoro, tenía que asegurarme que Pam no sería capaz de arrojarse sobre el piso y comenzar a absorber lo poco que quedaba.
Con paciencia, me encargué de hacer que todos los escondites de bebidas, quedaran vacios. Bajo la cama, no quedaba rastros de whisky o cerveza; tras el sillón, no había ni siquiera, una botella de sidra; en el armario, había encontrado unas pequeñas raciones de licor y vodka.
En menos de quince minutos, todo el alcohol de esa casa había desaparecido, igual que el espíritu de Pam.
-      ¡Desgraciada!-. gritaba mi madre desde el sofá, sin siquiera pararse-. Eres una completa desgraciada… perra.
-      La única desgraciada en este departamento eres tú-. Contesté luego de tomar mi mochila, estaba lista para retirarme-. Y piensa bien antes de compararme contigo, jamás nos pareceremos.
-      Ya lo somos, querida-. Me desafió, riendo, desde el sofá-. No tenemos diferencias, mírate al espejo si no me crees.
-      Te equivocas, yo haré algo al respecto para mejorar mi vida-. Estaba convencida que terminaría teniendo la última palabra-. Algún día te preguntaras por mí, justo cuando estés sola, sin nada… cuando Julianna y yo nos hayamos cansado de tus estupideces.
Cerré la puerta tras de mí y no volví a mirar si Pam me perseguía o se había quedado en aquel mugroso sofá.
Regrese a casa, cansada. Las dudas en mi mente, no me permitían correr. Hacía días que no iba a nadar y las consecuencias se notaban en mi cuerpo.
La noche estaba cayendo y el edificio estaba completamente a oscuras, apenas se veía algo con unos focos encendidos en los finales del pasillo, aunque para ser sinceros, aquella tenue luz amarilla daba bastante miedo.
Quería llorar, pero sabía que si mi abuela me veía con lágrimas, una gran batalla se levantaría entre ella y Pam. Varias veces había sucedido, pero a mí no me gustaban las peleas, no me gustaba ver a Julianna ignorando a su hija por el simple hecho de haberse peleado conmigo.
Entré en el departamento, con la mayor fuerza de voluntad de la que yo era capaz. Julianna estaba en la cocina, preparando la cena, sin saber todo lo que me había sucedido aquel día.
Camine, rápidamente, hacia mi cuarto y me vestí con mi traje de baño. Luego, un conjunto deportivo y bien abrigado, cubrió todo. Puse lo que me necesitaba en un bolso negro para el gimnasio y dejé mi celular sobre la cama, no quería ninguna distracción al salir de mi casa.
-      Iré a nadar-. Grité desde la puerta, y salí apresuradamente, no quería que Julianna me preguntara nada, sería mejor para ambas.
Con ligereza en cada paso, comencé a bajar las escaleras. Ya era de noche y hacia mucho frio, nadie querría ir al gimnasio en aquel momento, pero yo lo necesitaba, así como el aire que entraba y salía de mi cuerpo en cada segundo.
-      ¿sales tan tarde?-. preguntó la señora Bennett cuando pasé a su lado en el pasillo del piso inferior al mío, iba cargada con unos papeles y recién llegaba al edificio.
-      Tengo que hacer-. Le sonreí, me parecía extraño que ella me hablara sin gruñir, hasta se podría decir que algo andaba mal.
-      Debes tener cuidado.
Al oír eso, ya estaba casi en el piso de abajo, puesto que nunca me había detenido a saludarla.
Salí al exterior y sentí un aire frio, casi helado, sobre mi rostro. El pelo volaba con el viento y me hacia cosquillas en el rostro, una caricia que necesitaba más que nunca, no estaba acostumbrada a recibirlas.
Llegué a la piscina cubierta con el corazón en la boca, necesitaba el deporte al igual que muchas otras veces, cuando tenía crisis en las que ni siquiera Charlie lograba calmarme.
Dejé todo en un casillero que me brindaron en la recepción, tomé mi toalla blanca del bolso, le reposé en un banco junto al agua y, de un salto, caí como sirena en una ola de calor, relajación y, sobre todo, contención.
En aquel ambiente, me sentía la persona más perfecta del mundo, como si nada pudiera salirme mal. Era una sensación que aplacaba todos los problemas que había en mi vida, como si de pronto, yo no fuese… yo.
Al volver a la superficie, noté que estaba llorando. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, desde mi última pelea con Pamela, unos meses atrás.
Pero, ahora, no solo era por Pam; Charlie, Terry y, también, López estaban involucrados, sentía que ya no podía contener todo dentro de mí.
La vida era muy dura desde hacía bastante tiempo, pero había días en que todo empeoraba, y aquel era uno de ellos.
Casi a media noche, la recepcionista me pidió que saliera, ya estaban por cerrar.
Me sequé las lágrimas que se camuflaban con las gotas de agua en mi rostro y volví a vestirme con mi ropa deportiva en el cambiador.
Regresé casa con mucho frio, se acercaba la primer nevada del invierno muy pronto y comenzaba a sentirlo.
El edificio, estaba más silencioso y oscuro que al momento de irme, pero la luz en el departamento de la señora Bennett seguía encendida, lo que hacía que aquel piso no se viera tan tenebroso.
Entré a casa y descubrí que Julianna ya se había recostado. En la heladera me había dejado un plato de tarta de verdura, pero estaba sin apetito.
Dejé la mochila en el suelo de mi cuarto y cerré las cortinas de la ventana, aquella noche no iría a ver caricaturas, las brasas en lo de los Power seguían calientes.
Me puse un viejo pantalón de pijama negro y una sudadera deportiva, bien grande y suelta, color celeste y blanco por encima.
Luego, me hundí en las sabanas de mi cama y sentí todo eso que Pam me había dicho como propio. Tal vez, era cierto que Terry no me quería, por eso no me había buscado. Pero, si estaba vivo, podría encontrarlo; en caso contrario, lograría saber porque era prófugo.

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